Forbes 30 / Enero – Febrero 2016
Bowie también se equivocó, pero siempre lo hizo a su manera. Tras su divorcio en 1974 de Angie (aún los Stones siguen generando ingresos cada vez que la cantan), Bowie dijo basta, que el arte en ruina es una ruina de arte.
En 1997 Bowie decidió emitir bonos contra los derechos de autor garantizados de sus canciones. La propuesta nos dejó a todos de piedra. A nadie se le había ocurrido que las regalías fuesen una garantía. Recaudó 55 millones de dólares con un vencimiento a diez años y un tipo de interés del 7,9%, bien atractivo respecto al 6,37 que rentaban los bonos del tesoro norteamericano en la época.
La emisión fue organizada por Prudential lnsurance Company. Con parte de lo recaudado, Bowie compró los derechos que aún le pertenecían a su anterior mánager, Tony DeFries, del que se había separado en 1975. Los bonos nunca llegaron al mercado final para evitar que algún acaudalado fan del artista se convirtiese en propietario de los derechos.
Con la desaparición del formato físico discográfico del consumo masivo, la rentabilidad de los bonos quedó en entredicho por lo que acabaron liquidándose en 2007, después de haber sido degradados en 2004 por la agencia de calificación Moody’s hasta casi rozar la categoría de bonos basura.
Exactamente lo que hizo Bowie fue trasladar a la industria discográfica la práctica de la securitización, -una agrupación de deuda generada por diversos conceptos-, empaquetarla y venderla a inversores como valores seguros. El primero en utilizar esta técnica fue el banquero californiano David Pullman. En el caso de Bowie la garantía fueron los 25 discos, con sus 287 canciones, grabados hasta 1990. Su producción discográfica posterior no está incluida en esta operación. Así nacieron los bonos pop («pop bonds’) y posteriormente los ‘celebrity bonds». En ocasiones el rédito también podía incluir un variable.
Los bonos Bowie no tuvieron una vida fácil. «Forbes’ America escribió que aunque no se sabía a ciencia cierta, era prácticamente seguro que nunca se pudiese devolver la cantidad invertida. A su muerte, Bowie deja a sus herederos 180 millones de euros. La semana pasada, en el Nobu de Milán, entre niguiri y niguiri, un colega de profesión me dice: «Pues no hay gente que dice que los 180 millones de euros que ha dejado en herencia Bowie tras su muerte les parece poco». ¿180 millones de euros? Se nos atragantan los millones ante el recetario de Nobu y nos da por reír.