Tengo una idea

Forbes 16 / Septiembre 2014

¿Debo montar una empresa?, se pregunta uno en estos tiempos en los que emprender es la palabra mágica. A mí la pregunta se me presentaba siempre en verano. Generalmente de viaje. A miles de kilómetros de mi ciudad. Y a lo largo de mi vida laboral se me han ocurrido miles de negocios, seguro de que todos serían un pelotazo, y que en cuanto llegaba a casa me parecían los más absurdos del mundo. No sé a ti.

Si te sirve de algo mi experiencia, sí que creo que debes montar tu propio negocio. Sí, claro, por qué  no.  Pero  ojo, solo si no tienes el más mínimo miedo de volver a  la  casilla  de salida. Y algunas cosas más. Si tu motivación no es el dinero.  Si  has  comprobado  que tu idea es diferente. Si no lo haces presionado por la ausencia  de  trabajo. Si conoces el  sector  donde  te  metes. Si no has hipotecado a toda tu familia por eso. Y finalmente, si todo esto te lo tomas realmente en serio. Porque si te vas a enrolar en esta expedición sin el suficiente compromiso, mejor quédate, que las plazas están contadas.

¿Qué he aprendido yo en estos ocho años como empresario? Tantas cosas que podría llenar este ‘Forbes’  al  completo. Y, sin duda , me ha merecido la pena. Ahí van algunas. La máxima compensación es la libertad. No la de cogerse un día libre. La libertad de elegir el camino a seguir. Y la  tripulación  que  te llevarás a la travesía.  Eres el primero  de la  fila y en cada cruce eres libre para tomar decisiones. A cambio, nunca descansas. A partir de ahora, si  decides ser el  que va con el machete abriendo selva, acostúmbrate a la duermevela (eso si ingresas más de lo que gastas) o a no dormir (en el caso de que gastes más que lo que vendas). Si te va bien, te mirarán mal, y si te va mal, nadie te mirará.

Anímate. Claro que debes montar algo. Busca a los mejores que puedas pagar. Y no te olvides, es muy probable que tu idea no sea genial. Que haya gente mejor que tú. Que te estés equivocando. Pregúntate si has elegido el camino adecuado. Como te con fíes , una cosa sin forma  pero  demoledora que se llama mercado te pondrá en tu sitio. Y te preguntarás: ¿Y ahora qué diablos invento yo?


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