10 de septiembre. Última grada del Camp Nou. En portada del diario El País en un artículo sin firmar -aún no se firmaban los artículos en la portada-, una fotografía de Sting y Springsteen en la que juguetean ante la cámara durante la rueda de prensa previa al concierto en beneficio de Amnistía Internacional. Abriendo el periódico: «24.000 objetores de conciencia serán liberados del servicio sustitutorio».
Tracy Chapman cantaría aquella noche para desengrasar entre Sting, Peter Gabriel, Springsteen y El Último de la Fila. Fue su primera actuación en España. Habría de pasar un año para escucharla en un concierto en solitario. Fue el 4 de noviembre de 1989. Tan solo 1.800 localidades. Las entradas se vendieron en aquel Discoplay de Emilio Cañil que tanto nos educó a todos. Las entradas costaban entre 2.500 y 3.500 pesetas. Estaba previsto que se celebrase en el Auditorio Nacional, pero Chapman exigió un aforo más pequeño.
Corrían tiempos de libertad no regulada. Radio Libertad, una de las radios piratas de la Transición. Ni era la más importante, ni la que más se escuchaba, pero dejaba hacer. Radiocadena del Vater era la emisora pirata del momento. Con sus eructos y sus bromas se llevaba el gato al agua. Todos querían ser como ellos, pero nadie se atrevía.
En La Cárcel de Juguete, el programa de los viernes locutado en Radio Libertad por el periodista Antonio Lorenzo suena Tracy Chapman. La canción, Talkin’ Bout The Revolution. Nada que ver con los sonidos de finales de los ochenta. Suena a Joan Amtrading «resucitada», pero ¿quién conoce a Joan Amtrading en el Madrid de Eloise de Tino Casal?
Elektra, el sello independiente de Warner, acaba de editar el primer disco de Tracy Chapman en España. Un cazatalentos la había visto cantando en la calle. Ningún convencimiento de que iba a funcionar. Los chicos de promoción de la disquera que dirigía el temido Saúl Tagarro te regalaban el disco por ver si colaba. No sabían ni cómo explicarlo.
35 años después. 6 de febrero de 2023. Los Grammys, tan medidos, tan mediáticos, tan «show business», saben que hay que guardarse sorpresas. Han anunciado que el cantante country Luke Combs (33) interprete su versión de Fast Car. Pero nadie sabe que Tracy Chapman (59), que autorizó el uso de su canción, subirá al escenario para defenderla en un dueto.
La versión de Combs fue elegida mejor canción de country del año. Imagínense la paradoja de un género blanco, acusado de racista en mil ocasiones, aceptando que una mujer negra, próxima al movimiento queer, quedase ganadora.
Chapman no fue a recoger el premio. Durante unos segundos la reacción fue: «Wow, que bien cantan juntos». Entonces el realizador pinchó en cámara a la sobreexpuesta Taylor Swift (34) que se puso de pie a cantar y bailar el tema. Y boom. A mí lo que más me gusta de la Swift es que comparta apellido con el irlandés Jonathan Swift, autor de Los Viajes de Gulliver (1726). Chapman, vestida de Prada, en el argot del espectáculo, «le robó» el protagonismo a Combs.
Al día siguiente Fast Car asciende vertiginosa al primer puesto en iTunes. Dos corrientes de entusiasmo la aúpan: los que ya amábamos la canción revivimos como en un pequeño cajón de nuestra alma la voz de Chapman nos ha acompañado en noches de nostalgia y amores y los nuevos, que la descubren ahora, gracias al madrinazgo de la Swift, y la estupenda versión de Combs, la adoptan rápido.
Lunes 12 de febrero. Cuatro días después de los premios. El New York Timestitula: «¿Dónde se había metido Tracy Chapman?», una vibrante actuación en los Grammys deja a los fans preguntándose si volverá». Los artistas grandes saben desaparecer. Y saben reaparecer.
Chapman, oriunda del violento Cleveland de los 70, licenciada en antropología, lleva ausente de la vida pública desde 2008, año en el que edita su último álbum Our Bright Future. En 2015 publicó un grandes éxitos, quizá en su contrato le debiese a Elektra algún disco, pero no paso nada.
¿Qué hizo desde entonces? Sabemos que antes de la pandemia participó como jurado en un programa de un instituto local organizado por el cabaret Beach Blanket Babylon. En 2015 el diario The Irish Times publica una entrevista suya: «Estar escrutada por el ojo público me incomoda». También aparece en el programa de David Letterman (76) y canta en directo una versión estremecedora del clásico de Ben E. King Stand by me.
No fue su última aparición, apareció también en el Late Night de Seth Mayers para para pedir el voto en la campaña electoral cantando Talkin’ Bout The Revolution. El Times publica testimonios de ejecutivos -Lee Houskeeper- que en estos años han mantenido con ella conversaciones, por el momento infructuosas, en su guarida de San Francisco, para sacarla de gira. Chapman está comprometida con la escena artística local de la ciudad, hoy aterida por la epidemia de fentanilo que la azota.
16 de febrero 2024. 18:15 de la tarde. El Territorio Comanche (Onda Cero) de los viernes, una mis horas favoritas de radio de la semana. Escuchar las provocaciones de Max Pradera -que también hace las delirantes autopromos de A Vivir Qué Son Días en la SER-, disfrutar con el rescate de las anécdotas deportivas de Santi Segurola o las narraciones de Miqui Oteroy Nuria Torreblanca, es un oasis que da paso a mi fin de semana.
Julia Otero hoy no está ante el micrófono. Tras su enfermedad ha bajado el ritmo y suele tomarse el día. La sustituye Carmen Juan. ¡Cómo se parecen las voces de los «número dos» de las estrellas de la radio!
Noelia Adánez rescata durante unos minutos la trayectoria de Tracy Chapman para su sección. Se ha leído el artículo del Times, pero lo completa reseñando la actuación que la catapultó a la fama, en el concierto del 70 cumpleaños de Nelson Mandela en Wembley, subiendo al escenario principal al negarse Stevie Wonder a salir -craso error- porque una pieza de su equipo de sonido no había llegado. Es el mismo año del boom, 1988. Transmitido a 67 países, el mundo se une contra el racismo, el mundo escuchando Fast car de Chapman. Tracy tenía 24 años y 600 millones de personas delante. Para una tímida patológica debió ser una catarsis.
Nominada este año al Salón de la Fama (Rock & Roll Hall of Fame), el museo viviente que parece repuesto de la expulsión de su fundador Jann Wennerpor afirmar que ninguna mujer negra había aportado nada a la historia de la música popular norteamericana. El Hall of Fame tiene su sede en Cleveland, la ciudad de Tracy Chapman. Si su nominación prospera -¿hay quien lo dude?- sería una oportunidad para verla actuar otra vez.
«Tracy Chapman es una artista que escucha a las musas, no al mercado», explica al Times un DJ neoyorquino que apoya la escena del folk americano. Habrá que hacerle caso a Joan Manuel Serrat cuando en 1981 cantaba, en uno de los versos más bellos de nuestro folclore: «No hago otra cosa que pensar en ti. Nada me gusta más que hacer canciones. Pero hoy las musas han pasao de mí. Andarán de vacaciones».