Liturgias

Tapas 5 / Julio – Agosto 2015

Rebaño mi plato. Miro a ambos lados y, ahora que nadie me ve, lo empino para sorber las últimas sopas igual que cuando fui niño y los modales se me presentaban como cárceles de la libertad. Afilo el lapicero con el cuchillo de postre y sobre la servilleta de papel translúcido escribo acerca de mis manías de mesa y mantel.

Comer es cuestión de gustos. Y también de liturgias.

Me gustaría que volviesen a poner palillos sobre el mantel. Y recuperar la palabra ‘mondadientes’. Que el licor no fuese siempre de hierbas. Y que el cama­rero llevase los zapatos limpios y el largo del pantalón en su justa medida. Así, desgarbado, con la chaqueta de dos tallas más, le cuesta aguantar mis bromas. Y yo no puedo evitar preguntarle si está seguro de que el flan de huevo lleva huevo.

Me gusta echarme la siesta sin recoger la mesa, aunque cuando Morfeo me abandona los restos me recuerdan a la ba­talla de Waterloo. Me gusta que recojan las migas de la mesa antes de servirme el café con esos utensilios en forma de flauta.

Me gusta comer solo. Y también ir a cenar contigo. Inventarme mil y una maneras de gestionar la merienda-cena. Leer el diario en la mesa. Doblarlo en cuatro mitades mientras espío a otros comensales, y mientras la noticias se las ingenian para que mi camisa se manche de tinta de chipirón. Me pongo triste cuando veo que en la mesa de al lado el hombre mira su teléfono y la mujer el suyo mientras entre ellos no para de crecer un abismo de incomunicación.

Me gusta el café con muchísimo hielo. Y creo que sería un buen negocio recu­perar los azucarillos y vender publicidad en su envoltorio. En mi tierra, el café con una isla de helado de nata se llama blanco y negro. Pero ándate con ojo, si una tarde de verano te da por probarlo acabarás empadronándote cerca de La Jijonenca.

Tú tendrás tus liturgias. En el Punjab eructan tras un buen empacho de curry. Los hay que pelan las gambas con tene­dor y aquellos que desayunan Coca-Cola en lugar de café. Este gastroplaneta contiene millones de variantes y, aunque somos muchos diversos, propongo a Carpanta para gobernarnos a todos.


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