Urmeneta, pobre de ti

Pamplona (200.000 habitantes) es esa ciudad que cuando pronuncias su nombre con un polvorón en la boca la gente se monda, es el hogar de la estirpe Urmeneta, cuyo apellido está ligado a Iruña como el arpón a la mano del capitán Ahab en Moby Dick. 

En la memoria de los vecinos aún se recuerda con cariño al padre, el alcalde (1958 a 1964), que luchó en la división azul, y que tanto hizo por Pamplona. El maestro Ramón Massats, al que la primavera se llevó al otro barrio, fotografió al Urmeneta padre con chistera y bastón, y esa foto -“la foto”- es una de las que mas me gustan de su libro San Fermines (1957). Si Fiesta de Hemingway es el libro “fundacional” del mito de los encierros, San Fermines de Massats es la crónica visual por excelencia del festejo. 

Uno de los hijos de aquel alcalde ejerce de burgomaestre de vecinos y visitantes, vestido siempre de negro Robert Smith, con pelos de un Karl Marx del Osasuna y dentadura de marfil, Mikel Urmeneta es un homo sensibilis del que su amigo Juan Luís Arsuaga escribirá algún día. 

Amigo del que presumo, amigo de miles mas, de José Andrés, de Xavi Mariscal, de Buenafuente, de Arguiñano, de Ferran Adrià, conocido de millones, Mikel Urmeneta es una y mil cosas en revoltijo: dibujante díscolo, curioso infinito, maestro en el arte de llevar la contraria, de dar por culo, es un chiquillo con pinta de profesor de filosofía marxista. Es taurino de barrera, gourmet de morro fino, bebedor de conversación larga, pierde noches, creativo y pintor, generoso hasta más no poder, charlatán bien informado, misterioso en sus adentros, enamoradizo, dulce y cabroncete, y que sé yo: libre por encima de todo. Libre en letras mayúsculas, libre a lo ancho y largo de este mundo como decía el Capitán Tan en Los Chiripitiflauticos. 

Mikel, con su logo a lo Nike, Urmeneta.

Un juez justo le devolvió a Urmeneta los derechos de su toro azul y de los dibujos que tanto han hecho por esta fiesta universal. No se ha contado bien que ganó y el por qué. Que ganó lo que nunca debió perder. Aquellos dibujos nacidos tras noches de farra e insomnio en las que se inventó un estilo y unos personajes de camiseta y que un mal socio le arrebató lo que no se puede quitar, la autoría. 

Este año Mikel ha pintado el Txunda Ta Txunda, un bar efímero, solo para las fiestas, en el que se narra la historia y la vida de la ciudad. Y por allí pasan todos a tirarse fotos. Vecinos y visitantes le paran al verle…”¿eres el de Kukusumuxu?” Y Mikel posa y hace una coña, o se atusa los pelos a lo Juan Tamariz, o te pone los cuernos o se tapa la cara… les hace reír y todos le quieren aún más. El Urmeneta payaso es el que protege su sensibilidad con bromas. Es el que sabe que si te hace reir no te vas a olvidar. Mikel ya no es el del beso de mosca, hace años que es Katuki Saguyaki (carne de gato, manjar de ratones). 
 
Urmeneta es un niño vestido siempre de negro que consigue que desde La Olla le lleven el champagne Ayala en el tercer toro con un bocata de tortilla que parece la flauta travesera de Jorge Pardo. Estuve tres noches con sus días en Pamplona y me fui con la sensación de haber llevado siempre un bocata en la mano. Entre toro y toro se nos ocurrió que Reynolds con su papel de aluminio Albal podrían patrocinar la corrida. ¿Y por qué no? 

En Pamplona no se llama Urmeneta solo Mikel, también su hermana, la rubia Ángela, que ejerce de ángel de la guarda, de comunity manager y de anfitriona del sentido común. Es frecuente verla en la barrera del 1, en la sombra, con Mikel o sin él, aplaudiendo a Talavante o a Cayetano, los dos más amigos de la casa. Y si no lo ve por la tele. 

No sé si Pamplona gira alrededor de Mikel o es el mundo el que lo hace, pero todos lo conocen, también Ronda y en Zahara de los Atunes, y para todos tiene la broma adecuada. Si la empatía del Urmeneta alcalde fue tan solo una micra de la del Urmeneta hijo no me extraña que le entregasen la chistera.
 
Tiene coña este año el apellido del Guiri del Año 2024, el “trofeico” que Urmeneta empuja desde hace más de dos décadas. Música, es el apellido de Rick, que se emocionó al recibirlo delante de un centenar de borrachines y algunos de los ganadores de años anteriores. 25 años seguidos luciendo pañuelo y yendo a desayunar a la churrería a La Mañueta, la freiduría que defienden la familia desde 1872. Mi ganadora favorita en este tiempo es Loren Moning, Presidenta del Club Taurino de Nueva York, que lleva 50 años, sí médio siglo yendo cada 7 de julio a cantarle al santo. “¿Loren, donde está la sede del Club Taurino en Manhattan?”, le pregunto, “Um…en mi casa. Jajaja” y se va a endilgarse un rosadito.
 
La crónica social se escribe, como siempre, en negrita: Daniel Azcona, el torilero, y protagonista del cartel de San Fermín de este año; Juan Mari Idoate, el rey del Europa, el hotel de las estrellas, con los mejores “tomaticos” que se pueden tomar en la ciudad; los incondicionales Vicente Boluda y sus hijos, Pedro Trapote y Juan “Viceroy” Palacios, siempre juntos donde va Roca Rey; Rafael Moreno, cuarta generación de propietarios del Hotel La Perla, y su hijo Gonzalo, con su colección de ediciones de Fiesta (125 diferentes en la suite del hotel); Isaac Ramirez, el representante de los mariachis más queridos; Javier Anadon, (Grupo Mambo) medio navarro, medio ibicenco, y la realizadora Ana Olivia Fiol; Roser “la mamma de la gastronomía” Torras, ya jubilada, feliz con su premio; Ana Franco, la pamplonica experta relojera de Forbes; el bonachón de Manuel Blanco, trompeta primero de la Orquesta Nacional; Ángel Hidalgo, cirujano jefe de la plaza que me dejó ver los quirófanos y la sangre en la nevera, embolsada, a la espera de entrar en algún cuerpo; el Drogas, tan querido en la ciudad, Alvarito Palacios, tan taurino y tan bodeguero; Jon Sistiaga; Carlos Latre, ¿quién no lo quiere?, y Chapu Apaolaza y sus crónicas de “libretica”. Y los que se me olvidan, porque en San Fermines se olvida uno de en que día vive porque duerme de día y come de madrugada. En San Fermín el reloj en vez de manecillas lleva astas.
 
Cené en el Alhambra con Cayetano Rivera y su fiel Ramiro, que cuando no acompaña al matador escribe. Y nos hicimos unas risas en un mano a mano de picante del congo con el jefe Iñaki Idoiate que aguantaba las lágrimas en un pulso de la especia con Urmeneta. Inmenso el compromiso de Iñaki con los chavales que no tienen recursos para ir a curarse a la Clínica de Navarra. Muy cerca, con la mirada del sabio, el maestro Curro Vázquez, tío y apoderado de Cayetano, sabiduría taurina, que nunca toreo en Pamplona. “Mucho ruido… No lo ví claro”.  El torero se marchó pronto porque tenía frío. En la puerta una parejita de joteros y otro grupo de mariachis. Las jotas se cantan primero, te calientan el gaznate y luego ya, entran las trompetas y el guitarrón, y la de La Mochila Azul con ojitos dormilones. Y a cantar, todos vestidos igual, y más tequila. “Añejo, por favor”. 
 
Y por la mañana al vallado, con chaleco de fotógrafo. Mikel Urmeneta, enfrente, con una pierna a un lado y otra al otro, y cara de “ya dormiré” y su cámara en mano con el disparador en automático. Sabe en que poste ponerse. Yo me acobardo y me subo con mi Leica detrás con la espalda pegada al camión de Televisión Española. Desde aquí un tirón de orejas a la televisión de todos que se está beneficiando de casi un 50% de cuota de pantalla en las transmisiones pero no dedica ni un minuto a dar la crónica de la corrida de la víspera. ¿Acaso no es está la feria del toro? ¡Espabilen cronistas!
 
Por la tarde a la plaza. Almohadillas de cloruro de polivinilo, propiedad de la Casa de Misericordia, a euro y medio, muy poco sostenibles. Apenas te sostienen el culo que entre toro y toro se levanta sudoroso, pegajoso, y se lanza a los champanes y a los bocatas de ajo arriero. 

Las peñas siempre tocan las mismas canciones. Los músicos ya casi no son de Pamplona, son alquilados a bandas de Valencia. Poco importa. Primero la de Barricada, No Hay Tregua, luego El Rey (solo de escribirlo se me polen los pelos de punta), y La Chica Yeyé , Un beso y una flor de Nino Bravo, El Universo Sobre Mí de Amaral y hasta el No es extraño que estés loca por mí de Burning. “No es fácil torear en Pamplona”, me cuenta Cayetano, “se oye todo allá abajo”. 
 
Al acabar me junto con Vicente Zabala, que todo lo cuenta en San Fermín, en Regma, la heladería de la Plaza del Castillo. Zabala es el cronista de referencia: puedes leerle las tres orejas de Roca Rey en su primera tarde y como nació el champú del Hotel Yoldi. ¡Qué tiempos para los cronistas taurinos que tienen que tirar de videos para alimentar las redes! “Hombre, que coincidencia, Vicente”, le dije. “Me voy a acostar, yo me porto bien, que aquí tengo mucho trabajo!” Ánimo compañero, que el lametazo de heladito te reponga los azucares.
 
La noche se despliega y a Urmeneta ya le he perdido. Si ves a un tipo larguirucho con una sudadera negra que ha cambiado el logotipo de Nike por el de “Mikel” ese es él. Si te lo encuentras, pobre de ti. Vimos ganar el mundial a España en su casa y este año pasar con Francia. ¡Qué vida tan larga! es el eslogan de su twitter. Nos veremos cuando se pueda. Cuando nos hagamos falta. Este año nos dio por imaginar lo divertido que sería recuperar el viejo gag de los tartazos. Darse tartazos uno a otro. En cuanto se tercie lo montamos. ¡Aupa Mikel, Mon Amour!

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