Tapas 31 / Marzo 2018
El comensal del año es un tipo con la barba raída, que a menudo me encuentro tumbado bajo lo que hace unos meses fue la oficina de la banca privada de un banco grande, muy grande, según salgo del portal a mano izquierda. Hay otros candidatos. Es ese hombre que come solo porque, al divorciarse, escogió mal en un cruce, no solo en un cruce, sino en dos, y ahora mismo está muy lejos, pero que muy lejos de ser quien era, y aún más lejos de quien quiso ser. El comensal del año comete faltas de ortografía y se educa con la televisión más populista. El comensal del año no sabe nada de nutrición ni de alta gastronomía pero cuando no le ve nadie, y a veces cuando tú y yo le vemos, recoge la comida que no es bonita cuando la tiran del súper.
El comensal del año es ese que come de más. Que sucumbe al marketing del lineal. Ese que no lee, que se traga las letras. El comensal del año es ese que prefiere fotografiar un plato que disfrutarlo.
Me resultaba tan difícil elegir un comensal del año con tanta gente que se lo merece, que por segunda vez hemos decidido elegir al chef. Es un suizo, viene de un país rico, pero se ha dejado los poros en conquistar una isla que te lo pide todo. Humm. Tiene el apellido del ruidito que hacemos cuando algo nos gusta. ¿Lo sabrá? ¿Sabrá que en mi casa cuando sorbemos la olla gitana decimos «¡Hummm!»? Ya, yaséque le ponemos una eme de más, es que en casa siempre hemos sido muy exagerados cuando nos gusta algo. Enhorabuena Daniel. El año pasado se lo llevó Paco Morales por meter en una cazuela 800 años de cultura árabe. En 2018, el premio Chef of the Year de Tapas, que vendrás a recoger de manos de Ferrán Adriá (la primera persona a la que le conté que iba a editar una revista que se llamaría Tapas), te lo has ganado por travieso. Daniel, el travieso.