Tapas 3 / Mayo 2015
Entre mes y mes, entremeses, voy conociendo los vericuetos de esta revista repleta de vida. En estas primeras semanas he recibido más elogios que críticas, lo que no deja de inquietarme. Entre los elogios, espero que me perdone por revelarlo, un email con un «Bravo» de Tyler Monocle Brulé -«Acabo de digerir la edición en inglés y la revista es magnífica … «-, y otros que, si los revelo, pecaré o de indiscreto o de vanidoso. Las críticas suman menor cuantía, quizá por pudor o porque el lector no interesado no considera su misión escribir, y eso no nos ayuda. Pero les invito a compartirlas para que Tapas gane en su paladar.
En Londres y en París, grandes anunciantes confundieron la revista con un libro, supongo que por su manufactura. En Madrid, en la lujosa mesa de un afamado restaurante de cocina tradicional, su chef me auguró un éxito interplanetario con una lógica aplastante. «Te irá de miedo. Ya hacía falta una revista que hablase de tapas, con toda la variedad de tapas que tenemos. En el País V asco venderá muy bien, ya lo verás, sobre todo en San Sebastián».
La palabra ‘tapa’ apareció en el diccionario de la RAE en 1939, en su edición 16ª y hasta la 18ª fue considerada un andalucismo. En 1979 (19ª edición), la RAE reconoce la ‘tapa’ como «apta en todo el territorio español». En su primera definición se refiere a «una loncha de jamón o chorizo que se disponía encima del vaso o jarra de vino y se acompañaba o no con pan».
La ‘tapa’ en la deliciosa Argentina del asado de tira es como llaman a la portada de una revista, la copertina. Así que para nuestra distribución en Latinoamérica salir en la tapa de Tapas es todo un suceso.
Para mí una tapa es «una manera de entender la vida y, sobre todo, de compartirla». Y por esa regla de tres, el tapeo es tumbarse en el sofá con esta revista en las manos, quitarse los zapatos y dejarse acompañar por este número tres.
