Tapas 28 / Noviembre 2017
Les propongo una receta sencilla. Casi una perogrullada, pero creo que estaría bien. Todos hemos disfrutado alguna vez de un menú degustación, una experiencia panorámica, normalmente numerosa en platos, de la cocina de la temporada. Todos nos hemos puesto en manos del chef, ya fuese uno de los grandes o el cocinero del barrio (¡Ponme lo que quieras, ya sabes lo que me gusta!).
La idea creo que funcionaría. Propongo que al comensal se le ofrezca como último plato elegir el que más le ha gustado de todo el menú. Así le dejaremos aún más satisfecho. Tendremos una estadística a pie de sala de los platos que más gustan, y lo que aún me parece mejor, haremos la experiencia más comunicativa. En la contra: perder un plato, la falta de control sobre el orden de la comanda o que el comensal no quiera repetir nada, con la decepción del jefe de cocina.
La idea se me ocurrió una noche de lunes de fin de verano en la barra de StreetXO Londres (puedes ver la factura de aquella velada en la página 177). David Muñoz no estaba en la ciudad pero el restaurante funciona engrasado. Se siente su presencia en cada quiebro del staff, en cada fogón. Salí de allí como hacemos todos, comentando cuál había sido mi plato favorito, intentando recordar en qué orden del menú me lo había comido, y con esta idea que no sé si es descabellada, infantil o brillante, pero a la que me apuntaría.
Quizá se trate de un temperado término medio: «¿Desea usted repetir el plato que más le ha agradado del menú degustación? Es cortesía de la casa y nos ayuda mucho a conocer a los comensales». Sería más divertido si ambos comensales eligen platos diferentes de forma que la conversación se venga arriba ya en la fase final.
Imagino, recordando a Carpanta, el héroe que me inspiró para inventar Tapas, que algún zampabollos lo querrá todo, empezar de nuevo, y se quedará allí hasta que esta revista cumpla sus bodas de oro.