Tapas 25 / Julio – Agosto 2017
Presumo de tener un amigo de viejo, como los amigos deben serlo. Nos vemos de plato en plato. Cada año se presenta en casa al final de la primavera y rara vez se queda cuando el otoño arranca las hojas rojizas de los liquid ambar. Le encanta el bogavante fresco, el melón en bolitas y un buen vino de Godello.
Es una sopa rosada, que me enamora en junio y se marcha en septiembre. Como los navegantes que cruzan el océano en noviembre, con el otoño se marcha al Caribe a visitar otros paladares.
Hay días que es una sopa (y dice que los fideos son primos suyos) y otros que presume de apellido aristocrático y se siente más puré. Lo quiero tanto que, cuando lo veo, me bebo nuestra relación de un sorbo, y no dejo que el jamón lo salmoreje.
Mi amigo se llama gazpacho, y cuando lo meten en un bote se pone triste y se edulcora. Vivan las batidoras, el pepino, el tomate maduro en rama, la cebolla blanca y la pizquita de ajo. Vivan los curruscos de pan tostadito. Viva el verano.