Tapas 8 / Noviembre 2015
Hay algo más placentero que un café (un Blue Mountain) y un diario; que un té verde (de Rare Tea Company) con una revista en la mano. Sentir el tacto, en ocasiones suavito y otras rugoso, del papel al mismo tiempo que la cafeína hace de las suyas. Dejar que la sangre fluya, que los leucocitos se desperecen y la vida regrese a su ritmo natural mientras decides con qué cadencia pasarás las páginas. Qué leerás ahora y qué dejarás para luego porque ahora te apetece más ir de menos interesante a más. Empezar el diario por detrás. Comprarse no una revista, sino dos o tres. Saltarse lo que se espera de ti y coger una revista que no está a tu altura, pero que esta mañana te hace cosquillitas en el dedo pequeño del pie. Y saber que varios centenares de páginas llenas de vida esperan la presión justa del dedo pulgar con el índice para que se produzca la mutación y la página impar se convierta por arte de magia en par.
Los más enfermos, los que no podemos vivir sin ello, lo ejercitamos a diario, los iniciados prefieren el fin de semana. El lugar elegido varía en funcion de los gustos. En mi caso da igual donde me encuentre, que mi dosis no me la salto. En Nueva York el espresso es double y mi favorito el New York Times del domingo, a poder ser en el Mandarin para que al subir la vista me dé tiempo a ver cómo Central Park se despereza.
A mí por ejemplo no me gusta la experiencia digital, porque no escucho el papel y el sentido del oído se me despista y le da por pensar que la lectura es un capricho de la vista y el tacto. Qué tonto.
Si, por casualidad, lees este texto y el chai esta humeante, eres de los míos. Si es así, la próxima ronda la pago yo.
¿Te has leído ya esta revista? Me la prestas?