Obituario | Mi amigo Isak Andic, por Andrés Rodríguez

Con un tembleque de piernas escribo estas líneas, de pie, y me zambullo en la perplejidad y la tristeza. El pasado lunes recibía a Isak en la puerta de Forbes House, aún sin abrir, para enseñarle en primicia el primer club privado de Forbes en el mundo que abre en Madrid esta semana.

“Me retraso cinco minutos Andrés”. En menos de cinco minutos ya estaba abajo, con su sonrisa de pillo, su chaquetón azul, sus zapatos brogue marrones, sin corbata, y su acento de nunca-hablaré-español-bien pero así me he metido el mundo en el bolsillo.
“Madre mía Andrés, pensaba que habías montado un chiringuito”, me dijo de broma en el hall de entrada, con un abrazo de esos que solo se dan los amigos. Nada le gustaba más a Isak que que le quisieran, y estar disponible, desde su inmensa potencia, desde su enorme experiencia, desde su visión global, para ayudarte. Sus llamadas desde el WhatsApp sin foto eran una manera de decirte “aquí estoy, lo que necesites, quiéreme un poco y me tendrás siempre a tu lado”.

Conocí a Isak la noche de la presentación de Harper´s Bazaar -sí, fui yo el que se gastó los cuartos en editar por primera vez en España la revista de Hearst-. Organizamos una en el Casino de Madrid que la cola daba la vuelta a la manzana, pero Andic había entrado a tiempo. Le senté al lado de Tita Thyssen. No se conocían aún, pero Isak se hacía amigo tuyo, si es que él quería, antes de que tú aún te dieras cuenta.

Tardaríamos años en volvernos a ver. Yo lo sacaba cada año en la lista Forbes Rich List, unos más arriba y otros más abajo, pero nunca, jamás, me llamó para preguntarme nada, para presionarme o para rectificar dato alguno. Este año salió muy arriba. La recuperación de Mango lo catapultó a los primeros puestos. ¡Qué poco vale la fortuna de un hombre cuando llega tu hora!. 

Nos volvimos a ver en Barcelona hace menos de un año. Comimos juntos en su despacho, unas verduras y un poco de carne; abrió uno de los grandes vinos franceses que le apasionaban y nos acabamos la botella juntos. Nos habríamos abierto otra de no ser porque tonto de mí me había programado el ave demasiado pronto. Me llevó en su coche hasta la estación de Sans. Me había enseñado su nuevo centro de distribución, sala por sala, paso por paso, explicando todos y cada uno de sus logros, presentándome al equipo. Pero en lo que más se detuvo fue en lo que había hecho mal. “He estado a punto de perderlo todo. Casi quebramos. Perdimos la voz de Mango, pero afortunadamente me di cuenta a tiempo. Ahora todo está bien”. Recordarlo estremece.

El patrimonio de Isak Andic hasta ayer era 4.500 millones de euros, la primera fortuna de Cataluña. “Somos una pulga al lado de Inditex. Amancio es el grande de verdad” me decía. La llegada de Toni Ruiz, su nuevo ceo, al que le había entregado el 5% de las acciones, le había dado la vuelta a la compañía como un calcetín. Ruiz, al que Forbes había decidido premiar con el galardón Visión Of The Future en el próximo foro de Davos, fue una sugerencia de Marc Puig, amigo íntimo amigo de Andic.

“Andrés quiero agradecerte de corazón que hayas elegido a Toni para premiarlo en Davos. Este hombre me ha salvado la vida”. Me dijo sentados él y yo, solos, en Forbes Club, en la bancada del fondo, con olor a moqueta recién instalada, pensé que exageraba. “No tienes que agradecerme nada Isak, estoy convencido de la enorme valía de Toni”. “No exagero”, me interrumpió con su acento internacional. “A este hombre le debo todo”. Me quedé en silencio.“Ya sabes que me tienes aquí para lo que quieras. Quiero formar parte de tu proyecto. Enséñamelo con detalle”.

Recorrimos juntos todos y cada uno de los rincones de los 2.000 metros de los que eran hasta ayer su casa en Madrid. Al entrar en una sala una veintena de compañeros, camareros todos, chicos y chicas, colocaban los manteles. “Voy a tocarlos. Yo soy muy marujo, he decorado mi casa, he decorado mi barco” -dicen los de NAUTIK que su barco, el Nirvana Formentera (53.5 m de eslora), era el barco más grande de España. Era su pasión. “¿Puedo presentarte a los chicos”?, pregunté. “Claro.” Los chicos no tenían ni la menor idea delante de quién estaban. Mango está a punto de lanzar su línea de Mango Home, que ha curado para la compañía Eva Cárdenas, mujer de Feijóo. “Este hombre que veis aquí, es mi amigo, y hace muchos, muchos años soñó con montar una empresa y la llamó Mango porque era su fruta favorita. No os podéis imaginar la cara de aquellos chicos. “¿Cuántos de vosotros sois clientes?, pregunté”. Todos, absolutamente todos, levantaron la mano. No os podéis imaginar la cara de Isak al verlo. Fue uno de esos momentos felices en los que uno no tiene edad, se siente un chiquillo, parece que la vida se te para. Ahí supe que Isak éramos cuates. Hoy, tras conocer su muerte en la montaña lo sigue siendo. Gracias por llamarme al día siguiente para decirme que te hiciera socio. “¡Qué honor Isak, gracias por la confianza!”, te mando el carnet donde quiera que estés fondeado con tu barco. Me ofrezco para ser tu grumete en la guardia esta noche. Buen viento. 

Artículos relacionados

© 2024 Andrés Rodríguez. Todos los derechos reservados. -