Me llamo Taylor y mi sastre no es rico. No entiendo muy bien la broma. Ser rica no es algo que sea muy cómodo, la verdad. El dinero no lo gestiono yo. Ni siquiera llevo dinero encima. No puedo estar sola mucho tiempo, así que no lo necesito. Hace tiempo que solo sé lo que cuestan las cosas por internet.
No me resulta nada fácil levantarme siempre siendo ‘la Swift’. Se espera de mí que haga un gesto para el partido demócrata (quizá lo haga, es verdad, porque Trump es un animal). Se espera que me enamore como una persona normal, que mis canciones tengan buenos estribillos, que baile bien –aunque no como una bailarina profesional–, que mi pelo brille, que sea humana. Es verdad que ya de niña me enseñaron a vivir con todo esto, pero no es fácil ser la Swift. Espero que no me dé por disfrazarme como Michael Jackson y enseñar a mis hijos por la ventana a los fans. ¿Cuándo estaré tranquila para tener familia? La familia Swift, no suena mal.
He cantado bajo la lluvia, me he enamorado de un jugador de fútbol americano que parece un hombre ‘normal’; he sido capaz de plantar a Spotify porque querían ‘timarme’ pagando poco por mis canciones y volver a grabar todos mis discos; y voy a inaugurar el Bernabéu antes que Mbappé. Seguro que Florentino me regala una camiseta.
Pero lo del anonimato… Hay una aplicación que cuenta dónde va mi avión cada vez que me subo. Si entro en un restaurante ‘normal’ con mis amigas a cenar, el sitio deja de ser normal y bloqueo sus reservas; me dicen que del último disco he vendido un millón y medio de copias solo el primer día. ¿Sabes que todo lo que cuentan sobre mí no es cierto? Me acabo de enterar de que una mujer ha pagado 600 euros por cada entrada de mi concierto en Alemania para llevar a su hija. No sé cómo se llama la chiquilla. La mujer ha camuflado el viaje de aventura familiar. Van los cinco, pero solo ella y su hija podrán entrar. Para poder pagarse todo (el vuelo entre Madrid y Múnich y el Airbnb) han cogido una habitación con literas. La familia no sabe cuánto le va a costar todo el viaje, pero a la chica le debo gustar porque unos días antes también irá a verme a Lisboa. No es fácil ser ‘la Swift’. Es mejor no pensarlo. Todo el dinero del mundo es un narcótico para la sensibilidad de un creador. Si no escribo canciones, no podré seguir actuando. No siempre seré bonita ni delgada. Mira Madonna. Tengo un coach que cuida a diario de mis emociones. Si se me para el corazoncito que escribe canciones, se notará en mi sonrisa. Todo eso lo sabe mi sastre, pero no, Andrés: My tailor is not rich. Mi sastre no es rico. Y puede salir a la calle sin que le conozcan. Además de sastre es a quien le cuento mis cosillas.