Los elegantes son (mucho) más felices

Forbes 103 / Febrero 2023

Corren tiempos ásperos para doctorarse en modales. Las buenas maneras parecen polvorientas y se escapan a la misma velocidad con la que corre el procesador del móvil. “¡Prisa, mata!”, gritan los baianos al universo cuando uno visita la ciudad costera brasileira. Trabajaba yo en Prisa hace veinte años cuando pensé comprarme una camiseta para turistas, en las tiendas del Pelourinho, con ese simpático eslogan. Pero imagine el lector si me la hubiera puesto para ir al laburo. No habría sido nada elegante.

Encuentro distinguido escribir a pluma, pero también a lápiz (Kaweco o Faber Castell mis favoritos); invitar a comer doblando la cuenta por la mitad; cuidar el alto del dobladillo del pantalón, las notas escritas a mano en cuartillas A5, las flores frescas, un Chablis frío, los cuadernos bien editados, leer en el metro, en el tren o la playa, doblar el periódico en cuatro y usar (siempre) el usted.

¿Y usted? Hay mil maneras de hacer propia la elegancia y un millón de maneras de estropearlo todo. El estrés es amigo del desaliño y la ansiedad su peor enemiga. Y no describo al perfecto gentleman de Savile Row, sino a alguien sencillo, normal, que pasa desapercibido, pero tiene ese algo que aporta la calma interior.

Se nace elegante, como uno nace con buen oído para los idiomas; pero también es bien cierto que se aprenden idiomas si el maestro es bueno.

La lista de gestos a evitar es larga. Entre mis manías, no escucho mensajes de voz y tampoco los mando. Cuando recibo uno, me disculpo e intento no ofender a mi interlocutor, pero no me gusta la gente que escucha los mensajes de voz de otros en alto. Y mucho menos los que los escuchan a varias velocidades (hacerlo en el cine merecería algo peor).

La manicura me cura. Conduzco despacio, dejo pasar, abro la puerta y doy las gracias al camarero cuando me sirven. Sigo enviando cartas por correo y creo que enviar telegramas es signo de distinción. ¡Stop!

En mi barbería (¿por qué ahora todas parecen fotocopias hipster de Brooklyn?) he encontrado a Diego, que es limpiabotas. Los tiempos cambian, porque él sabe abrillantar a la vieja usanza, pero acepta Bizum.

Elegante es morirse en paz, tranquilo, asumiendo que un ser vivo es igual de bello al nacer que al fallecer. No es fácil, pero una muerte elegante es posible, porque nacer con distinción no estuvo nunca en nuestra mano. La alcurnia no se elige, es accidental. Cuando el elegante es sabio, el tiempo parece detenerse. Y en vez de respirar, parece que suspirase.

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