Reunirse para enfrentar juntos los problemas poco tiene de raro, pero en España hace tiempo que las razones del otro son munición para el contrario. «No hablaremos hoy de tu país ni del mío, hoy hemos convocado a políticos electos, candidatos, empresarios, ejecutivos, analistas y periodistas para que debatan como debe ser nuestro país».
La idea sobre la que centré mi alocución de bienvenida a la VI edición de Forbes Reinventing Spain invoca el buenismo, pero está más viva que nunca. Que aporte valor convocar a unos y a otros a conversar demuestra lo irritadas que tenemos las meninges.
El hotel Villamagna, ahora Rosewood Villamagna, ha dado en los últimos años más vueltas que una peonza. Primero lo compró el turco Ferit Faik Sahenk (58), dueño del grupo Dogusy socio de Sandro Silva y Marta Seco, pero lo puso a la venta al toque de corneta de Erdogan de replegar inversiones internacionales. ¡Atentos al proyecto de Silva y Seco para el edificio Metrópoli! Los compradores del Villamagna fueron los mejicanos RHL Properties, el mayor grupo hotelero de Méjico, cotizado en bolsa, que lo asoció a la cadena Rosewood. Nada más llegar adquirió el Hotel Bless de la calle Velázquez al Grupo Didra, pagando 114 millones por las 111 habitaciones gestionadas por la familia Matutes. A finales del año pasado la familia Chico Hernández – los hermanos Andrés y Felipe, hijos de Fernando Chico Pardo (69) -vendieron el 51% al CEO de su grupo, Borja Escalada, que lideró la operación al frente de la inversora Sancus. Valentín Díez Morodo y otros inversores conservan, por su parte, el 49% restante.
En este Rosewood Villamagna convertido en epicentro de los negocios, Forbes celebró el pasado jueves la VI edición de Reinventing Spain, el foro político de referencia de la revista fundada en 1917 y que en su edición española celebra su primera década.
«Anoche acabé a las 12 en la SER y ando un poco cansada», se disculpa a paso firme la vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño, nada más bajar del coche oficial. Salgo a recibirla con mi traje de rayas, cosido por el maestro Mariano Langa. La mirada azul de Calviño aun brilla a pesar de la presión del puesto. Ante los micrófonos de Forbes anticipa los datos de la rueda de prensa que a medio día ofrecerá junto a la ministra de Hacienda. «Os voy a dar titulares», me susurra apenas un segundo antes de que un ejército de cámaras de televisión, flashes de fotógrafos y micrófonos, la sepulten delante del photocall. «Ministra, eres uno de los ministros de economía de la democracia española que más se prodiga sen los medios», le agradezco. «Creo que tengo que hacerlo, hay que explicar todo bien». Tras mis palabras de bienvenida sube al escenario y riega el streaming de titulares. Me tira un pequeño dardo de género, en alusión a mis palabras: «Vivimos en Europa, que es una señora mayor poco competitiva». «Querido Andrés, las señoras mayores también podemos y debemos competir». Touché!
Cuatro horas después en la habitación que hace la función de camerino para los invitados más ilustres, Alberto Núñez Feijóo (61), traje a medida, corbata azul, reloj Briston verde, tranquilo, dice en el corrillo: «Me han pasado las declaraciones de Calviño y no son verdad. No es cierto. Solo hay que mirarse bien los datos». Hoy puede ser un gran día, tarareo a Serrat.
Feijóo tuvo dos entradas. La primera, accidentada. Minutos antes de que el coche oficial lo dejase debajo de la empedrada cuesta del Villamagna, un centenar de venezolanos, megáfono en mano, bloquearon la puerta. La escena fue digna de una comedia de Mariano Ozores. «Compañeros, estamos aquí felices, para celebrar radiantes el arte de este pintor». Aplausos, gritos de fans y más volumen al megáfono. «Madrid está increíble y es un gusto reencontrarles a todos, compañeros». Afortunadamente, el equipo del hotel, advertido de la llegada del candidato, le hizo pasillo, los «compañeros» al verle se lanzaron a pedirle selfies. «Señor Feijóo usted es muy importante para la libertad. ¿Nos hacemos una foto?». «Faltaría más…», contestó, con el acento gallego de expresidente de la Xunta curtido en mayorías absolutas.
En la segunda entrada al salón del Summit me di cuenta de que despierta mucha más atención que la vicepresidenta. Lo comento en los corrillos y me dicen «es que se deja ver menos». ¿Será eso?
Nos hizo reír, y mucho, el catedrático Carlos Rodríguez Braun, con su dominio del temario y su inmensa capacidad de comunicar, que utiliza para espantar el mayor de los males de estos foros, el bostezo colectivo. «Los recursos no se agotan, los recursos se crean. Solo se agotan si eres un animal o un hombre primitivo. El ser humano, la mente humana crea los recursos». Y cuando acabó su mesa, salió disparado. «Tenemos que reducir las mesas a cinco ponentes, apenas dan para dos turnos y se pierde la pregunta y la repregunta», le dije a Ignacio Quintana, director general de Spainmedia. Parece que todo está ya inventado en este tipo de encuentros, pero no es así.
«Tenemos estudiado que la gente cada vez más decide su voto en el último momento», me cuenta muy, muy afónica Isabel Rodríguez, manchega, ministra de Política Territorial y portavoz del Gobierno, que se marcha sin hacer declaraciones. La ministra se agarra a sus pastillas mentoladas como un náufrago a una estacha. Casi una decena de periodistas la esperan y cuando acaba su entrevista con Juan Ramón Lucas (64), comisario del encuentro, se lanzan a la carrera escalera arriba todo lo que el cable que une el micro al cámara les permite. Alucino con la habilidad del escolta para bloquear el paso sin propasarse con los compañeros, pero con una eficacia que ya la hubiera querido el Muro de Berlín en su último año en pie.
Cinco presidentes de comunidades autónomas se implicaron en debatir, pero el que se llevó el gato al agua fue Adrián Barbón (44), el abogado que preside el Principado de Asturias desde septiembre del 2017 y al que las encuestas auguran éxito rotundo en mayo. «Ya sabéis que los asturianos tenemos nuestra retranca. Pues ya estamos con los chistes….» Y se lanzó a competir con Eugenio: «Le dice un asturiano a otro: chico, que me ha dejado la novia y estoy muy triste; no te preocupes, hombre, que ya pasará otro tren», y el primero contesta, «si tiene que pasar otro tren, entonces me quedo soltero la vida entera». Y las mentes más preclaras, las conectadas al streaming, las presentes y las que se habían ido ya se pusieron todos de acuerdo: nada como la ironía fina para colocar un mensaje. Y todos nos partimos de risa. ¿Y si organizamos un Forbes Summit sobre el humor y su capacidad de regeneración social?