Tapas 1 / Marzo 2015
Aquella noche que en medio de la oscuridad me desperté con la palabra ‘Tapas’ escrita entre las arrugas de la frente, la piel se me puso como la de una gallina de un viejo corral. La idea me rondaba meses atrás, escondida entre los estantes de las pilas de revistas de la incomensurable Barnes & Noble de Union Square, de los mostradores de Colette en París y de las portadas de Coverjunkie.
Muerto de miedo. Rebosante de esperanza, escribo esta carta para explicar que Tapas es una revista escrita por gente que habla de gente y que necesita gente que la acune, que la lea. Mi primera revista propia.
Y no será la última.
Quiero contar cómo somos. Y dice mi madre que, para saber cómo somos, necesito escuchar qué es lo que bebéis y lo que coméis.Y ahí va el primer axioma: no hay mejor comida que la de una madre. Recuerdo cómo la paella con aceitunas rellenas de la madre de mi amigo del alma era para mí un arroz picassiano (y para él, fuente de cariño). Repito: nexo familiar.
Tapas habla de todo aquello que va desde que una mujer comienza dar el pecho a su retoño hasta que te ves entre lágrimas preparando las viandas para el duelo de tu ser más querido. Esta revista va del descojone con los chistes de Arguiñano hasta cómo la mente de Adria vuela más rápido que su lengua.
Esta es tu revista, y espero que esté cerquita mientras cocinas para los tuyos ese domingo de primavera o mientras rebañas ese helado de chocolate. Y cierro esta carta con una confesión: hermano, era yo el que te robaba las patatas fritas cada vez que te ibas al baño. Por eso editamos Tapas, para volver a freírlas. Juntos.