Pepita se jubila. Pepita “manos tijeras” es la peluquera de Santa Gertrudis, el pueblo que el Financial Times ha bautizado como “Santa G”. Pepita rotula con sus iniciales los tiestos que cuida bajo la gran morera. “Esa no me la llevo, claro. A las macetas les pongo mis iniciales porque estoy harta de que me roben las plantas. Así, si las encuentro, sé que son mías”, me cuenta.
Pepita perdió a su hermano hace un par de años. Se trasladaba en moto por las carreteras del norte de Ibiza cuando cayó por un terraplén. Tardaron en encontrarle dos días.
Pepita es una ibicenca normal, una payesa buena que en vez de cultivar la tierra ara los “melones” de los que nos vamos a pelar. El 25 de septiembre “si Dios quiere, organizaré una fiesta para mis clientes, y así me despido”.
Aquel eslogan que usó el Seat Ibiza en 1985, People from Ibiza, está más vivo que nunca. La isla bulle de propuestas, pero sigue viviendo de espaldas a la Península.
Los malos augurios de la recesión no parecen asustarla. El expublicitario Sergio Sancho ha aprovechado el rebufo creado por el coleccionista y hotelero colombiano Lio Malca y su exposición anual en La Nave Salinas para apostar por una feria de arte contemporáneo en la isla: Can Art (la casa del arte).
La Nave inauguró ayer la exposición monográfica de la artista húngara Eva Baresin. Funcionará. Sergio es hábil reuniendo gente y ya conoce el éxito con Urbanity, el lugar en el que dejarse ver cuando ya se ha visto ARCO. Quizá la fecha sea demasiado adelantada en el verano, pero estar cerca de la inauguración de Malca ayuda. Como tanto ha ayudado a Sergio el hotelero Marc Rahola, cuya propuesta en la Plaza de Ópera (también con Rafa Zafra en los fogones) cambiará la ciudad.
El viernes Gucci invitó a los de siempre a cenar en Terra Masia, la granja que se acaba de comprar Calvin Harris, el DJ que más factura según Forbes. Pero la fiesta del fin de semana fue la apertura de temporada en Ksar, la tienda del agitador Alberto Cortes, propietario de el Guiri Café, el Guiri hotel, el Riad Dyor en Marrakesch y un hotel en Bali. Alberto prepara su desembarco en Zanzíbar con un proyecto sostenible con paisajismo de la siempre inquieta Carmen Santiago. Miranda Makaroff, la salsa de todos los platos, pasó a darse una vuelta por Ksar siempre acompañada del bigote del pinchadiscos Pascale Moscheni.
La cultura de revistas en la pitiusa mayor siempre fue grande. El lunes se presenta en BESO BEACH Ibiza el monográfico TAPAS dedicado a la isla. En la portada aparece Jonathan Anderson, responsable de haber sacado a Loewe de Ubrique (no del todo, porque siguen trabajando con los artesanos locales). Tras tres meses negociando con su equipo, Anderson, amante de la isla, decidió fotografiarse él mismo, y aparece con una fuente de fresas y las Rayban Wayfarer de Roy Orbison, el mismo mes que Leonardo Del Vecchio (patrón de Luxxotica), el hombre más rico de Italia, fallecía. ¿Un homenaje? ¿Timidez ante los focos? Coquetería seguro.
La alta gastronomía se instaló definitivamente en Ibiza durante la pandemia. La labor de la Academia de Gastronomía de Ibiza y Formentera, presidida por Pedro Matutes y agitada por Daniel Busturia, terminó de cimentar la propuesta. Como las discotecas estaban cerradas el peregrinaje, fue gastronómica, y la lista de cocineros que esta temporada firman aquí es espectacular: Mario Sandoval, Rafa Zafra, Paco Roncero, Martín Berasategui, Mauro Colagreco, David Reartes, Pau Barba, Cañitas Maite, Nandu Jubany,Mark Vaessen,Javier SánzyJuan Sahuquillo, Dani García y Jose González, José Miguel Bonet, Paula Mauvecin,David Grussaute, Óscar Molina, Mariana Rey, Guillaumet Sánchez, Roberto Sihuay, Omar Malpartida, Iñigo Rodríguez, Francisco Badia, Massimo Larosa, etc.
Digno de estudio en una escuela de negocios es el caso de Beso Beach. Me lo cuenta Angie López, copropietaria junto a su pareja, el vasco Rafael Viar, del negocio. “A mí lo que me gustaba y me gusta es la moda. Soy catalana, tenía una empresa de distribución de marcas y me pasaba el día en el Bread & Butter. ¿Cómo puede ser que Barcelona perdiese esa feria?”.
Con camisa de Armani y gafas de CELINE Angie es la anfitriona perfecta. “La crisis me arruinó la empresa de distribución. Y entonces conocí a Rafael. Soy viuda y vinimos juntos a Ibiza a descansar unos días. Nos hablaron de un chiringuito en Formentera. Lo llevaba un italiano que montaba una juergas muy locas y tenía a los payeses encendidos. Yo no quería ir a verlo porque lo mío es la moda, pero Rafa me dijo ‘Hay que verlo todo’”, me cuenta en su mesa del BESO, en el parque natural de Salinas.
“Fue un marzo, no había nadie, y yo vi aquel agua clara de Formentera y me quedé de piedra. Rafa se dio cuenta de mi impresión. ¿Cómo lo llamaremos? ¿Qué es lo hace la gente cuando ve una puesta de sol así? Besarse. Y así nacimos”.
Angie está feliz. BESO cumple 10 años y anda con la apertura de Marbella entre manos. Rafa está enfrente, en el de Formentera, porque hoy su tocayo Rafa Nadal ha reservado mesa.
“Nosotros inventamos el tardeo. Hay dos turnos, pero la gente prefiere el segundo porque así empalma con la fiesta. No abrimos por la noche, solo para cosas especiales”. Rajoy, Messi y Nadal. Realmente no hay nadie que no haya ido al BESO.
Lo intentaron en Tulum, pero les fue mal. Madrid está en su radar pero errar en Madrid perjudicaría a la marca, que gracias a la experiencia de Angie ha desarrollado una línea espectacular de textil, recuerdos, perfumes y velas. El ojo de Angie, y el servicio casi todo nacional, es parte del éxito. Así que si les da por ir a comer, cuando el camarero suba la música y les mande aplaudir, aplaudan y bailen, que la vida es corta.