Forbes 87 / Septiembre 2021
A la resistencia que opone la materia a modificar su estado la llamamos inercia. Cualquier emprendedor conoce que es más fácil lanzar el cohete que corregir su rumbo.
A menudo, mi propio equipo, que me sigue, que confía en mi liderazgo, se resiste al cambio. Es normal que esto suceda. El hombre aprende rápido a gastar la menor energía posible en tareas que se repiten. A mí también me pasa. Pero, ¿qué sucede cuando el entorno cambia a toda velocidad? La respuesta es fácil pero la solución compleja: la inercia se convierte en una carga.
La revolución digital pone cada día patas arriba todo lo establecido –por eso es una revolución– y lo hace a la velocidad de la luz, gracias a la digitalización. Algunas de las cosas que esta revolución se está cargando volverán a su ser y están siendo víctimas tan sólo de la borrachera tecnológica. Otras no.
Esta es la primera revolución no sangrienta de la historia. Mientras que la revolución industrial dejó en las calles cientos de muertos, en estos tiempos las víctimas no van al cementerio sino a la cola del paro, al no poder reconvertir sus talentos a los nuevos tiempos. Al no poder cambiar. Al haber sido víctimas de una inercia que ya no tiene sentido.
Es verdad que el cambio no es garante de éxito. Muchas empresas han fracasado por dejar de hacer lo que ya funcionaba. “Lo que funciona no lo toques” es uno de los mantras de los inmovilistas. No sé, pero cuando lo escucho, se me eriza el espinazo. “El cambio”, que siempre utilizan los estrategas políticos de babor y estribor para prometer futuro. Aquel viejo Cambio 16 de Juan Tomás de Salas que tanto me enseñó las reglas de una portada de revista.
¿Qué hago yo cuando no sé cómo seguir? Imagino que la inercia no me afecta. Me alejo. Intento imaginar que veo mi editorial desde arriba, desde muy alto. Que no soy yo el editor ilusionado que está allí abajo. Y cuando lo tengo claro, por mucho que cueste, doy orden de virar.
La creatividad es el mejor condimento para el cambio. No es el único. El cariño funciona también pero, sólo si es bajo el convencimiento firme de que hay que cambiar de rumbo.