Forbes 66 / Septiembre 2019
Ay, la influencia! Esa llamada que no puedes dejar de devolver. Eso es la influencia. Esa llamada a deshoras, cuando estás en chanclas, a punto de subir al Aconcagua (6.962 metros), y lo dejas todo y contestas… El que te llama es influyente en tu vida.
Otra cosa es la influencia en los nuevos medios, en los nuevos canales, ante las nuevas audiencias. Algunas cosas sabemos de esa influencia y otras, solo las intuimos. Sabemos que la influencia en el siglo XXI es audiovisual y por tanto es más rápida y superficial; si quieres mucho más virulenta pero también más superflua. Lo saben bien los creativos publicitarios, los agitadores; hacer un viral, un ‘trucho’, es sencillo; que permanezca en el tiempo, muy difícil…
La influencia impresa queda, hiere más profundo y, por tanto, cicatriza más tarde.
Los que acusan a los influencers del siglo XXI de amateurismo –a menudo lo hacen los viejos medios, los legacy media– olvidan que la red de redes no exige filtros. El filtro debe ponerlo el usuario. Tampoco la prensa amarilla, que el viejo William Randolph Hearst inventó usando papel barato de ese color, buscaba lectores cualificados.
El que sí es cualificado es el jurado organizado por Forbes para elegir a los Best Influencers 2019, en una combinación letal de oferta audiovisual, certificación de marca y tinta impresa de la que le gustaba a Gutenberg. ¿Utilizarán los ganadores nuestra marca para consolidar su influencia? Yo no dejaría de hacerlo, desde luego; es el signo de los tiempos, y Spainmedia lo sabe. De Gutenberg (Johannes) a Zuckerberg (Mark).