Forbes 65 / Julio – Agosto 2019
Hay profesiones que viven unidas unas a otras. Les hablaré primero de la mía. Soy editor y también funambulista. Entre equilibrio y equilibrio, mantengo el equilibrio; y mientras hago por no caerme, edito (selecciono contenidos, los trituro, los macero, los empaqueto con un blíster de print, digital, cenas selectas y los vendo).
Hay más profesiones ‘hermanadas’: enfermera y vendedora de chuches (las dos te entregan el placebo con una sonrisa). Inspector de hacienda y atracador (que no se me enfaden, ninguno de los dos, pero en el imaginario popular son profesiones ingratas de ejercer). Fontanero (los de la Moncloa más que los domésticos, desde luego) y espía. Creativo publicitario y chamán. ‘Negro’ (persona anónima que escribe libros para famoso de televisión en editorial global) y ‘Kelly’ (limpiadora de hotel por horas). Zapatero y expresidente de gobierno. Comentarista radiofónico y pregonero de pueblo. Monja de clausura y vigilante de seguridad en un garage con garita. Trapecista en circo ambulante y limpiaventanas de rascacielos. Portero de discoteca y guardaespaldas de famosete. Camello de barrio y sereno de ciudad. Azafato en Ryanair y vendedor del cupón de la esquina. Quiosquero y el de las chuches. La de las chuches y la enfermera. La enfermera y la monja. Y así vuelta a empezar, todos hermanados, en una gran rueda laboral a la que algunos llamamos ‘vocación’.