Forbes 49 / Diciembre Enero 2018
Algo debe de ser, aunque solo sea porque decido, junto a mis compañeros, quién sí y quién no aparece en nuestras listas de los más influyentes del año. La influencia, a mi entender, es la capacidad de una persona para modificar el comportamiento de otras. Está íntimamente ligada al liderazgo y desde luego al poder. Muy poco conectada al dinero: tener dinero no es suficientemente importante para tener influencia.
Cada fin de año en la redacción vuelan los folios. No hacemos aviones. Hacemos listas con los más influyentes de los últimos doce meses.
Usar tu influencia es quedarte sin ella. ¿Por qué? Fácil. El que realmente tiene influencia no necesita usarla, y si lo hace jamás se debería notar. Utilizar la influencia de manera ostentosa o con intereses personales resulta algo vulgar y te devuelve automáticamente a la casilla de salida. Se pierde antes la influencia que el sobrepeso.
En mi imaginación la influencia es una llamada de teléfono que llega con el sonido de un viejo modelo de baquelita negro, una llamada que debes devolver. A la hora de decidir quién sale y quién no en las listas de los más influyentes del año para todas y cada una de nuestras revistas (T Magazine/New York Times, Tapas, L’Officiel, L’Officiel Hommes, Robb Report y Forbes) me pregunto, nos preguntamos: si nos llamase… ¿dejaríamos la cena a medias para devolverle la llamada con rapidez?
Se trata de algo subjetivo porque hay llamadas que no te harían levantar jamás la vista de la tortilla de patatas de tu madre. Eso se llama influencia, la llamada del domingo de tus padres. Pero claro si saco a tus padres en la lista de los más influyentes del año solo les venderíamos ejemplares a ellos y a tus tíos. Se comprensivo.