Forbes 27 / Octubre 2015
Aunque mi corazón late fuerte como el carburador de mi Royal Enfield 500, me siento un periodista de vieja escuela, como aquellos que vieron borrarse sus huellas dactilares a base de aporrear la Olivetti Valentine diseñada por Etto-re Sottsass en 1969. Así que cada vez que el policía de la aduana del JFK me pregunta a qué me dedico le digo que soy periodista. Aunque un día me pueda meter en un lío, me niego a disfrazarme de turista sólo porque las dos palabras compartan sus últimas cuatro letras. Y le digo que edito ‘Forbs», que allí hay que pronunciarlo de otra manera, porque si dices «Forbes· piensan que son cereales para el desayuno.
Aunque me siento plumilla, adoro el marketing. Adoro el marketing entendido como ese momento en el que te estás quebrando la cabeza, generalmente de madrugada y bajo el edredón, o intentando no resbalar en la
ducha cuando ya el jabón se te ha escurrido de las manos, o en la motocicleta en ese segundo que el semáforo está a punto de cambiar el color de verde a ámbar.
Me gusta llamar la atención (para mis revistas]. Me resulta especialmente gozoso poder editar para gestionar también las campañas de publicidad, pensar los mensajes publicitarios y dónde colocaré las inserciones.
Me gusta comprar la publicidad yo mismo, porque como también me dedico a venderla he ido aprendiendo cómo hay que montar el tenderete al otro lado del puesto. Disfruto mucho imaginando ubicaciones, peleando la circulación, discutiendo los emplazamientos y estudiándome la distribución de las distintas tiradas.
Aprendo en el uso de la autopromoción del New York Times, de las grandes campañas que parió el maestro George Lois (ver pág. 124). para el que la publicidad es un veneno que si no te intoxica es que no es lo suficientemente fuerte. Y así voy dándole vueltas a la manivela de la comunicación a base de prueba-error.
Así que la última idea que se me ha ocurrido es sencilla: ¿cómo podemos permitir que los controles de seguridad de los aeropuertos no cuiden la imagen que ofrecemos de nuestro país? ¿Os habéis encontrado con las azafatas de Emirates? ¿Os imagináis que el control de seguridad de nuestros aeropuertos, además de hacer con solvencia su trabajo, fuese amable o entregase información práctica de cada ciudad? Vamos a recibir casi 60 millones de turistas … ¿Es marketing de lo que hablo o de comunicación?.