Forbes 22 / Abril 2015
Me despierto sobresaltado. Me desvelo. Le arreo un par de patadas al edredón que me engulle como una boa constrictor y me incorporo. Hace tan solo una décima de segundo la pesadilla me había convertido en un quesito del Trivial. Maldigo al editor Scott Abbott y al fotógrafo Chris Haney por inventarse el juego y meterse en mis sueños. Y me pongo a recordar que quien me preguntaba era yo mismo.
Me pregunto dónde van los móviles que ya no están con nosotros. ¿Quién se queda los números de teléfono de los que fallecen? ¿Por qué nadie los borra?
¿Dónde se esconden los cientos de miles de patines de calamina que un diario deportivo regaló con cupones hasta inundar los parques de niños sobre dos ruedas? ¿Qué apisonadora aplastaría el primer Rolex de pega que le trajiste a tu cuñado, comprado en la esquina de Canal Street con Chinatown?
¿Porqué ya nadie vende Levi’s 501 con cupones en las farolas de las ciudades?
¿Quién se ha quedado tu primera Thermomix? ¿Se sentirá triste separada del libro de recetas que aún conservas?
¿Por qué el nuevo MacBook lleva un conector distinto al anterior? ¿A qué velocidad se borran los cachitos de hierro y cromo de una cinta de VHS que tenga grabado ‘El Cazador’? ¿Qué pasaría en las ciudades si un día Inditex decidiese vender sólo ‘online’? ¿Qué negocio se te ocurriría poner en esos locales?
Me pregunto si en la próxima guerra (comercial o energética) la sangre de los vencidos se medirá en megas. ¿Cuánto tiempo aguantaríamos si el ‘enemigo’ nos bloquease Internet al país entero?
Sigo desvelado y ahora quiero saber dónde reposa el traje original del soldado imperial que apareció en ‘La Guerra de las Galaxias’. Y también desde qué altitud se divisa la montaña de dinero que Lucas recibió de la Disney cuando les entregó la saga. Y mientras no lo averigüe me pienso quedar con mi pijama de rayas, y el gorro de pompón, sentado al borde de la cama. Imaginando Disneyland París lleno de ‘merchandising’ de ‘Stra Wars’ para niños adultos y adultos niños.