Forbes 21 / Marzo 2015
La casa del señor Armani (todos se dirigen a él con el ‘mr.’ delante) es un ‘palazzo’ en el ‘downtown’ de Milán con la arquitectura propia de la ciudad, esa sobriedad de sus muros y la estética elegancia de sus patios. No es su única casa. Algunas son para enseñarlas, como él mismo ha explicado: Marty en la Toscana, la isla de Pantelleria, frente a la costa siciliana y Saint-Tropez. Otras, como Brony o ésta de Milán, Saint-Tropez. Otras, como Brony o ésta de Milán, son sus verdaderos refugios.
Asistir a un cóctel en su casa es un privilegio para el periodista, pero no se me olvida que se trata también de un acto de relaciones públicas que hace que el invitado se sienta un ser único.
La luz tenue, el olor, el mismo que impregna su hotel, su librería , su tienda de chocolates, la floristería de Vía Manzoni, y la de sus desfiles, en el teatro de Vía Bergognoe, construido para él por el japonés Tadao Ando. La luz y el olor hacen de la casa Armani el mismo escenario que uno siente si se aloja en su hotel o compra en Armani Casa. Eso es una marca. Pero lo grandioso es que la marca está viva, y por eso, tras 40 años, aún pervive.
Armani transmite calma. Bronceado con la misma intensidad de un mes para otro, con un estupendo aspecto físico, recibe rodeado de su séquito, su relaciones públicas mundial y su traductor. Armani no habla inglés. Lo comprende, pero no lo ‘parla’, y sorprende cómo el gran idioma de los negocios, la lengua global, no ha sido un impedimento para construir la gran marca italiana de moda. Armani se encuentra cómodo con el francés, el lenguaje que le corresponde por generación.
Como buen anfitrión, enseña su casa. Quiero decir, la parte ‘pública’ de su casa. La parte de abajo. Su biblioteca no está muy llena, porque imagino que su gran biblioteca debe estar en su estudio de trabajo. Y también su cine privado, aproximadamente para una docena de personas, con unas butacas de clase ‘business’ de línea aérea generosa, en piel marrón a juego con la gama de colores de la estancia.
Armani dosifica sus energías. Las propias de un octogenario. Y se refugia en mantener el universo que lleva su apellido, porque la nave va. Y que descarrile es algo que él no piensa permitir. Porque la nave que lleva su apellido es sinónimo de Italia.