Forbes 10 / Enero – Febrero 2014
Una taberna. Una taberna del viejo Madrid. De las clásicas. De las de azulejo bruñido y caña bien tirada. Un negocio pequeño, pero muy conocido. El camarero harto de guiris, clientes de Lonely Planet. «Esto es de dos socios», ni me inmuto, y pido otra de jamón. «Cada quince días manda uno. Y como no se llevan bien, cada mes hay que quitar los taburetes». Pido ‘ración de lengua’ y empieza el baile. «Este negocio funciona muy bien. Se lo compraron a la dueña original, pero se han peleado. Así que han decidido repartirse el mando». Me bebo la caña de tirón y no me hace falta preguntar para que continúe. «Ninguno de los dos se conforma con cobrar, quieren mandar. Uno cree que sin taburetes en la barra se venden más cañas. El otro cree que un bar sin taburetes no puede estar. Así que a primeros de mes o los recojo o los pongo según me toque». Mi nuevo amigo está disfrutando tanto con la confesión, es de madrugada ya, que se invita a la última de embutidos.
¿Y quién tiene razón?, pregunto con los efluvios del zumo de cebada. «Es que se creen que es por los taburetes, pero la realidad es que depende de si el mes es bueno o malo. Normalmente son buenos los meses impares.» Casi me caigo del taburete, es mes par. «¿Y como se los reparten?», pregunto. «Sesortean».
Pero, ¿vosotros tendréis un jefe preferido al otro? Me lo estoy pasando bomba con esta ‘joint venture’ tabernaria cuando entra en escena otro camarero, veterano, que regaña al novato y le dice que tomar partido por uno de los dos es ya mojarse mucho. En la esquina de la barra de zinc, un borracho habla solo. «Claro que tenemos, pero eso ya es mucho hablar. Ves a ése, al borracho, pues bebe gratis porque es hermano de uno de los jefes. Sólo viene los meses pares porque es cuando no le cobro».
A mandíbula batiente pido la dolorosa, me marcho entre apretones de manos. Si adivinan cuál es la taberna pueden escribirme. Pago yo la siguiente ronda. Eso sí, si adivinan el mes que fui. Salud.