Tapas 87
Para besarte, para hacer muecas, para pintársela de carmín o de payaso. Para respirar si tienes mocos… Pero para lo que tu boca es única, irremplazable, es para sostener el ticket del parking.
Es escupirlo la máquina y la mano deposita en la boca el ticket. Es como si la mano derecha no se fiase de la izquierda, como si solo la boca supiese guardarlo. Los dientes no lo aprietan porque luego quizá no entre bien en la ranura. Los labios presionan lo mínimo, con mimo, el cartón con el código de barras que identifica al vehículo, y hasta parecen leer las tarifas.
Cuando mis labios sujetan el ticket del parking pienso siempre en escribir esta nota para no volver a hacerlo, para sublimar lo tonto que me siento al cruzarme con otro conductor que, desorientado, busca la salida también con su ticket en horizontal. Como un buzón con ruedas me cruzo con una mujer con sus tres hijos que saltan en el asiento trasero, con un fontanero al que la tripa no le cabe en la camiseta, y con una monja que también lo lleva apretadito en esa boca experta en yemas de Santa Clara. Para todos es esta nota escrita a dos manos y con la boca bien cerrada, para las moscas y para el ticket del aparcamiento.