El esperado regreso de Sybilla

«No dejes de invitarme, ya me conoces». Sybilla vestida de verano, con vestido fresquito de seda con un patchwork de colores que pareciese nadie se había atrevido antes a colocar juntos, nos da la bienvenida. Es lunes. Los lunes de agosto en Ibiza pasan cosas.

Aquí siempre pasan cosas. El norte de Ibiza se protege de la invasión de turistas sin discotecas, sin clubes, sólo chicharras y grillos. Ibiza se parece a Manhattan, gente que vive, gente de todo el mundo que vive aquí, igual de caro, pero te puedes bañar.

Hace años que Sybilla se hizo casa en Mallorca, y allí, entre pinos y jaras, organiza encuentros, debates y cenas entre amigos, porque la agitación y la conversación son para ella palabras mellizas. A Mallorca le debo una visita, pero he sido infectado por el síndrome del isleño al que todo le parece lejos. Cuando Ibiza te acoge desplazarse a Mallorca se te antoja tan lejano como cruzar el charco. A no ser que vayas navegando, lentamente, intentando divisar calderones o marrajos en el canal balear.

La gama de colores del perchero en Ibiza de Sybilla el pasado lunes. Andrés Rodríguez

El 25 de julio Sybilla inauguró con una fiesta el pop up de Palma. ¿Pop up? Escribo esto de amanecida y se me hace feo llamar a Álex Grijelmo para preguntarle cómo esquivo este anglicismo, pero se me ocurre «tienda efímera». Del 26 de julio al 7 de agosto en el Espai Buit de la Plaça sa Drassana desplegó sus nuevos cortes, los tejidos y la fascinante gama de colores que la identifica.

Esta semana llegó a Ibiza. «¿Vendrás, no?», me pregunta por WhatsApp. Pareciera que Sybilla viviese ajena a las esclavitudes de la mensajería instantánea por lo que tarda en contestar a veces. Pero también la usa, con cabeza, y se aleja de ella y se «esconde» para conservar el espíritu con el que crea. Conocerla es dejarla ser. Debería ser con todas las personas así, pero con ella uno lo siente más. Si te gusta como es, déjala que sea.

Daniela Agnelli es el alma de Agora, la tienda de hotel Six Senses, el proyecto que Neil Jacobs CEO de la compañía desde Singapur y Jonathan Leitersdorf (L Capital) impulsaron en la bahía de Portinatx, en el norte de la isla. El hotel se ha vendido por 200 millones, a 1,7 millones la habitación (tiene 116), a los italianos Gruppo Statuto.

Cuentan las malas lenguas que la recuperación del hotel abandonado no superó los cien millones. La operación batió el récord del mercado español superando lo pagado por RHL Properties por el Villamagna de Madrid.

Statuto es propietario también en Italia del Four Seasons y del Mandarín en Milán. Meses atrás había comprado otro Six Senses, el de Roma, por 245 millones. En Ibiza ya eran propietarios del Hotel W en la bahía de Santa Eulalia. Ibiza juega en las grandes ligas.

Agnelli es periodista y «style editor» de Vogue Polonia y Grecia, y edita anualmente Xarraca Journal, una revista tamaño XL donde fotografía a los residentes internacionales que se ven reflejados como comunidad. Vestida de rojo, Sybilla, con la mano izquierda atiende a los invitados con la elegancia que se presume a su apellido y con la otra dirige una de las mejores tiendas de la isla, un magazine que mezcla cerámicas, revistas y libros, vestidos y cosmética con un gusto exquisito.

Los precios son los que espera la clientela del Six Senses que en verano llega a pagar 900 euros por noche. No me extraña que Daniela, que se ha venido a vivir a San Mateo, y Sybilla se entendieran para hacer juntas la tienda efímera más bonita de la isla.

Sybilla anda de gira interminable como Bob Dylan y como los Stones. Los años no pesan para el que asocia su nombre y su vida a un proyecto creativo. Ha recuperado el 50% de su compañía, presume de tener un buen socio -ya se lo merecía- y le brillan los ojos cuando repasa cada tejido, cada corte, cada color. «No ha sido fácil recuperar los patrones», explica. Se lee entre voces que se contiene para no invocar el mal rollo, pero que aún queda alguna pequeña herida abierta. Hay que cerrarlas.

Hasta el 31 de agosto te da tiempo a saltar a Ibiza si es que aún no estás. Puedes ir a ver la tienda, quizá te la encuentres, cenar en Juntos en San Mateo y te vas a bañar al día siguiente a Pou de Lleo. No traigas bañador que se te enredará con la posidonia. La felicidad es un sentimiento desnudo.

«Estoy ilusionada con el espacio de Noviciado 9. Tenemos que organizar cosas allí». Eso haremos. Es su nuevo cuartel general en Madrid, donde mantiene abierto el atelier de vestidos de novias. No compro ningún vestido, pero si me llevo el catálogo de la gran exposición que hizo en el Canal en Madrid, bien editado por Ediciones El Viso.

¡Qué mérito tiene Sybilla de nuevo en la carretera con su vida a cuestas! Después de haber escrito su nombre en la historia de la moda con Cristóbal Balenciaga o con Manuel Pertegaz, de nuevo a viajar, a deshacer cajas, a tener que explicarte. «He decidido solo diseñar y fabricar lo que emocioné», me cuenta. «Es como si tú haces la revista que te gusta sin ningún condicionante». Me deja pensando.

A Maria Sybilla Sorondo Myelzwynska -me gusta escribir su nombre completo- le gustan mucho las revistas. Las buenas. Y el periodismo. «¿Siguen quedando buenos periodistas, Andrés?», me pregunta. «Claro, mujer. Excelentes», respondo. «Ay, mándame historias, necesitamos que se cuente lo que hay que contar. Y no dejes de invitarme a tus cenas, ya sabes cómo soy. Me gusta mucho que no me olvides». Como para olvidar a Sybilla. El que no se acuerde que vaya al neurólogo o que se deje llevar por la carcoma del olvido.

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