¿Te creerías la biografía de Anna Wintour, la todopoderosa editora de Vogue, si te enteras que su autora fue rechazada en dos ocasiones para trabajar en la revista?
Amy Odell, periodista tejana especializada en moda y tendencias, acaba de publicar la biografía de Wintour y no se trata de una venganza.
El libro, el segundo dedicado a la supereditora inglesa afincada en América, es objetivo, bien documentado y supongo que incompleto hasta que Wintour (72 años) decida escribir sus memorias, de adelanto millonario, en el ocaso de su carrera.
El libro bebe de la primera aproximación escrita por Jerry Oppenheimer, Front Row: Anna Wintour: What Lies Beneath the Chic Exterior of Vogue Editor in Chief y Odell remata el trabajo con soltura. Casi cien páginas de notas documentales advierten de que la investigación ha sido profunda y también que no quiere vérselas con Wintour, que declinó ser entrevistada. Odel (@instamyodell) ya había publicado en 2015 Tales From The Back Row donde la exeditora de Cosmopolitan (propiedad de Hearst, el eterno rival de Conde Nast) recopilaba los secretillos publicables del negocio para seguidoras de El Diablo Se Viste de Prada y demás ensoñaciones.
Asumido que el perfil es incompleto porque bebe de los colaboradores despedidos que no se atreven a largar por si se cierran puertas, de los que trabajan aún para ella que no se atreven a largar porque la Wintour es de ordeno y mando y de los clientes que no se atreven a largar porque quieren pagar la hipoteca, el resultado no defrauda, pero necesitará ser completado en el futuro cuando Anna se retire o sea invitada a retirarse.
Lo mollar son los resbalones, claro. Wintour ha sido cuestionada una y mil veces por como trataba a sus asistentes –siempre blancos de buena familia, pero en cada crítica- sus jefes debieron convencerse de que se engrandecía el icono y que así era más fácil vender publicidad. El mismo New York Times, con intereses propios entre los anunciantes de moda y belleza por su revista T magazine, ha publicado con regularidad artículos que cuestionaban a Wintour. El 24 de octubre de 2004 publicó: “El Número Blanco: ¿Ha llegado Anna Wintour tarde para abanderar la diversidad?”
No ha habido polémica que no fortaleciese a Wintour, al menos entre el establishment, como cuando le “puso una cruz” a Alexandria Ocasio-Cortez al verla en la gala del MET chupando plano con un vestido en el que se leía Tax The Rich (impuestos para los ricos)
¿Sabías que Wintour aprueba el tiempo que cada famoso posa en la gala del Met? Y que Lady Gaga, que llegó a estar 16 minutos en las escaleras, batió el récord porque la directora lo autorizó. Ciertamente el trabajo de director de revista tiene momentos que no se enseñan en la Facultad.
Las meteduras de pata de Wintour son memorables. “Enamorada” de la modelo Karlie Kloss la vistió de geisha para un editorial de moda y la criticas por orientalizar a una modelo occidental reventaron las redes. Por si fuese poco Kloss se disculpó en Twitter sin pactar con Wintour la disculpa y Anna montó en cólera. ¿El resultado?, fin del amor entre la editora y la modelo, menos apariciones y en consecuencia menos campañas…
Wintour ha sido criticada por gestionar Vogue como si fuese la directora de un club de campo para ricos blancos. La pérdida de rumbo llegó a ser enorme convirtiendo la revista en una chirigota entre la modernidad… pero no fue cesada. Ni siquiera cuando su fotógrafo estrella, el peruano Mario Testino (67) y el norteamericano Bruce Webber (76) fueron acusados de abusos sexuales. Se limitó a no contratarles más. Tampoco salió muy bien parada cuando se movió con ambigüedad ante la candidatura de Trump. Otros editores como el veterano Graydon Carter (73), ex Vanity Fair, se lo reprocharon. Se dice que Carter dejó la revista cuando Newhouse le obligó a someterse a su criterio.
Wintour es muy rentable para Conde Nast y eso la convierte en una figura difícil de sustituir. Su capacidad para descolgar el teléfono y pedir dinero a los anunciantes – “Nos encantaría que nos ayudases a Conde Nast y a mí con este proyecto- es su gran arma. Hace años se le metió en la cabeza publicar Them, un portal digital para la comunidad LGTBI y todo el aparato de la editorial hizo lo posible para no impulsar el proyecto. En la reunión definitiva, ante las reticencias preguntó a los financieros, “¿Cuánto dinero necesitáis para lanzarlo? “Un millón y medio contestaron”… “Proyecto aprobado”, respondió Wintour en referencia a que la captación de fondos corría por su cuenta, y se acabó la reunión. Them se lanzó en octubre de 2017 y pasó desapercibido.
Como en toda biografía no falta una cascada de chascarrillos, como cuando el martes 20 de febrero de 2018 Wintour y la reina de Inglaterra se sentaron juntas en el desfile de Richard Quinn, y la Reina le dijo: “Hay que ver la de tiempo que llevamos las dos con nuestros trabajos”. La propia Wintour, inglesa como todos los grandes directores de revistas en Estados Unidos, se encargó que en las redes de Vogue que la fotografía se amplificase para que el pueblo advirtiera su bendición aristocrática.
Tras la muerte de Samuel Irving Newhouse en 2017, el viejo patrón, fue promocionada como jefa de Contenidos de Conde Nast, puesto que incluye bajo su batuta a la influyente New Yorker y todas las ediciones internacionales. Suya es la decisión de hacer desaparecer a los directores de las ediciones locales, a casi todos, y concentrar en un solo director por título la coordinación y la comunicación con los anunciantes, pulverizando cientos de reinos de taifas en la mayor concentración de poder de la historia de la editorial. ¡Cuánto talento ha perdido Conde Nast por esto! Anna es escorpio y cuando el aguijón se llena de veneno el artrópodo arácnido necesita soltarlo para rejuvenecer.