Tapas 99
Glu glu glu. El bicarbonato burbujea en el vaso. ¿He cenado demasiado? Eso parece.
Mi amigo es un antiácido que me ayuda con la indigestión. ¿Sirven los restaurantes gastronómicos demasiada comida? Para mí, que soy de comer ligero, desde luego que sí. Advertencia para chefs con carreras estelares: se persigue la felicidad del comensal, ha de evitarse el desplome del mismo o la ingesta necesaria de Alka-Seltzer (u otros nombres comerciales) tras la cena.
Entiendo que los menús degustación están milimétricamente diseñados para que los más de veinte platos salgan en tiempo, a la temperatura adecuada, jugueteando con el paladar del cliente, con el maridaje, acompañándole en una montaña rusa de placer y sensaciones. Entendido. Uy, el bicarbonato ya hace efecto. ¡Buuurp!
Mi propuesta es sencilla: “Señores, este es nuestro menú degustación de la temporada. ¿Desean disfrutarlo completo? Aproximadamente tardarán 3 horas. Los valientes, los grandes estómagos nacionales, y los primerizos, a por ello. Pero creo que los comensales merecen también elegir menos tiempo, menos platos, menos prisa, menos precio, en definitiva, más placer, más conversaciones, quedarse con ganas.
Quedarse con ganas es el primer mandamiento del hedonista. Lo poco gusta y lo mucho cansa.
Casi 100 números de Tapas, casi diez años divulgando la nueva cocina española y lo mejor de la cocina internacional; tras cientos de menús degustación, prefiero comer menos y mejor, repetir algún plato que me ha gustado especialmente, y apuesto por el maridaje porque me encanta que el sumiller me enseñe nuevos vinos, pero le propongo dos blancos y dos tintos (me cansé de “emborrachar” mis papilas gustativas con decenas de vinos distintos).
Ya me pesa menos el estómago. La sal carbónica ha hecho efecto, casi inmediato, pero me siento culpable de haber cenado mucho. ¿Qué pensaría El Quijote de tanto exceso? «Come poco y cena más poco que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago», dijo Alonso Quijano hace cuatro siglos. Sí, cuatro siglos, cuando no había Alka-Seltzer