El latido de España es diverso. No como el laureado chiringo de David Muñoz (42) que es Diverxo y que se muda a La Finca pronto. Diverso con “S” de dólar pero sin las rayitas verticales. “El latido de España” fue el eslogan con el que 30 años después de su fundación las familias empresarias, asociadas al Instituto de la Empresa Familiar, se reunieron lunes y martes en Cáceres para reforzar sus lazos como grupo de presión, aprender para no cometer errores en la sucesión generacional, y posturear un poco con el Rey y Feijóo. Su latido es uno de los latidos de este país, no es el único claro, pero es de sístole fuerte. Que el presidente Pedro Sánchez los ningunee año tras año es un síntoma más de que el presidente anda sonado.
Mientras tanto, en otro lugar de la piel de toro, Máximo Pradera (64) redactaba su afilada cuña promocional para Javier del Pino (58) y le daba voz al personaje pijo Cayetano de la Castuza (despectivo de casta) para hacerle hablar en contra del impuesto de las grandes fortunas. Recomiendo el pódcast de la SER que recopila todas sus cuñas, Del Pino le deja decir lo que él le supondría ir demasiado lejos. Muy inteligente.
Las ovaciones del año fueron para los de siempre. La más grande para el Rey. La segunda, para Feijóo. ¡Qué fácil es distinguir un aplauso sentido del que no lo es! Al Rey siempre se le aplaude con ganas en el IEF. Con un “gracias, señor”, pero sin los ¡Viva España! que se escuchan en Las Ventas. La empresa familiar es monárquica, porque entiende que la monarquía da estabilidad en este país de países, y sin estabilidad no hay negocios. A alguno en el escenario se le escapó que el monarca es nuestro mejor ministro de exteriores. Y a Felipe VI le gusta ir, y baja las escaleras tieso como un palo, con elegancia y apresto, dedicando sonrisas y miradas cómplices a babor y estribor. El próximo jueves hará lo mismo en el 60 aniversario del Salón Náutico de Barcelona que preside el gran cazatalentos Luis Conde.
La segunda gran ovación fue, claro, para Feijóo, que con sus fichas de moderador de tertulia en la mano y argumentario de letra gorda, le robó la idea a Mariano Rajoy: “No necesitamos menos ricos, necesitamos menos pobres”. Aunque fue otro el titular que más gustó a las televisiones: “En la UE ya no se hace”. Y eso sí que dejó huella. El titular estuvo dando vueltas por los medios lo que tardó en aparecer el terrible vídeo del Colegio Mayor.
Atrio nunca falla. Toño y José, tanto monta, monta tanto, ya con toda las joyas de la bodega al completo, fueron los mejores anfitriones de una Cáceres henchida de arte por el legado de Helga de Alvear. Atrio como el lugar de rencuentro, siempre Atrio.
Ya se sabe que la aristocracia del siglo XXI es la que se sienta en el front row. En la fashion week de París y de Milán y en los estrenos del Teatro Real se puede comprobar el escalafón. En los Congresos de la Empresa Familiar también. En primera fila: José Manuel Entrecanales, con barba de dos días, Rafael del Pino en plena forma física, Marc Puig, siempre discreto; Andrés Sendagorta o Miguel Abelló ocuparon los primeros asientos. La única mujer, Sol Daurella, la gran aliada de Atlanta en España.
El mantra es siempre el mismo congreso tras congreso. Se repiten las conversaciones sobre la segunda generación, los valores, el plazo que es siempre largo, los protocolos, el consejo de familia. También en Cáceres. Enternece ver a los delfines acompañar a los fundadores, y a estos intentando mantener la compostura, entre el “hay que dar ejemplo” y “qué orgulloso estoy del relevo”. Las hermanas Tous, en pleno lanzamiento de su marca alternativa Sout (Tous al revés) y la hija de Francisco Riberas, Patricia Riberas, fueron las más sobresalientes.
Los patrocinadores saben bien lo que hacen. Son pocos, solo dos, al menos en el videowall: el Banco de Santander, que tiró de CEO de España, el portugués (país invitado) Antonio Simoes; y KPMG, que usó el encuentro para dar visibilidad al elegante Juanjo Cano. Ignoro por qué no hay más partners, pero quizá sea mejor así.
l “tapado” que se llevó el gato al agua fue Fructuoso López (75) que, en honor a su nombre, supo sacar partido del encuentro en un breve documental sobre la heroicidad del hijo más querido de Portillo de Toledo, al convertir la marca de calzado JOMA en una multinacional que pelea con las grandes del deporte mundial. “Yo he dormido en la fábrica rodeado de montañas de zapatos que no conseguía vender para ver si así encontraba la solución”. A todos se nos cayó la baba escuchando a López, nuestro Amancio Ortega de las bambas, y nos dieron ganas de pedirle a Amazon un par de zapas.
De un tirón, los 29 minutos que duró su exposición, concatenando frases, debutó García Maceiras, Óscar. “Zara es una empresa de emociones”. Interesante definición. Allí mismo anunció el debut de una colección cápsula con Kaia Gerber, como ya hace años hace su competidor Uniqlo (que acaba de poner una gran pica en la Gran Vía) y H&M. “Estamos muy orgullosos de la aplicación de bienestar de Oysho”. Si, has leído bien, hay que tener una app para mantener activa una comunidad si quieres vender ropa de yoga.
Brillantes fueron también dos de los testimonios, el de Rafael del Pino (64), un hombre serio en público, que tiró de humor para explicarnos el gran éxito internacional de Ferrovial; y también Francisco Riberas, que explicó Gestamp con sencillez y ambición. Ambos recordaron a sus padres fundadores, como no podía ser de otra manera, en un encuentro así.
El empresario y editor Fernando Rodés entrevistó a Saskia de Rothschild, la última generación de la empresa familiar más antigua de Europa (exceptuando la familia Windsor), bodegueros del legendario Château Lafite. “Estamos haciendo vino en China, hemos plantado viñas allí, hace cuatro años, a ver qué conseguimos”. Brutal, China, callada detrás del conflicto ucraniano, en plena campaña para las elecciones del partido comunista (“No es momento de hacer negocios allí, me cuenta fuera, donde se vapea, uno de los grandes inversores del país”) y los Lafite plantando viñas. “Me puse Gerente Ejecutivo, mejor que Consejero Delegado, cuando mi padre me pidió hacerme cargo de la empresa, me parece un símbolo de cómo quiero que sea mi gestión”, explicó en un español perfecto, aprendido durante sus años de “becaria” en La Nación en Buenos Aires. Saskia, de madre pintora con residencia en Cadaqués, sedujo a la audiencia. O al menos a mí, que no tardé yo en buscar en la red el precio de una botella de Lafite que ronda los 1.000 machacantes. Por eso no necesitamos menos ricos, sino menos pobres, ya lo dice Feijóo.