Tapas 90
Antes de que los electrodomésticos estuviesen conectados –“¡Qué tontería!”, pensamos todos cuando escuchamos por primera vez que el lavavajillas estaría conectado al wifi–, la puerta de la nevera era como el muro de Facebook de toda la familia. Recuerdos, facturas, listas de la compra, descuentos caducados con fecha de caducidad imposible, y sobre todo, imanes. Imanes con figuritas, imanes con mensajes –graciosos, faltones, ocurrentes, en distintos idiomas–, imanes sin nada para sujetar papelotes, imanes que se repelen, con pinza, con clip, imanes solteros y tristes porque habían perdido su recuerdito.
Las neveras de ahora ya no tienen la puerta metálica. Así que el muro de imanes, si es que la tuya esta exenta, se ha pasado a babor o a estribor del refrigerador. Si en tu cocina la nevera está encastrada, adiós imánes. Adiós muro de Facebook de la cocina.
¿Ahora dónde va a poner mi madre aquella nota que le dejamos todos los hijos cuando nos reunimos en la casa de la playa, y que cada verano aparece amarillenta, pero llena de ternura? ¿Dónde sujetaremos las fotos de carnet de los mellizos, esas en las que entonces nos parecía que eran clavaditos, pero que ahora ya no se parecen? ¿Y la multa por recurrir? ¿Y la postal de Benidorm? ¿Y la foto de tu amiga, esa horrorosa con un vestido con lentejuelas que tu madre cosía a ratos para sacarse un pezquillito?
Se me ocurre que un buen lugar es el garaje, pero solo si vives en una casita, si vives en un piso no creo que te valga. Y poco más, quizá una caja de galletas en el desván. Tus recuerdos imantados no los quiere Wallapop. Son tesoros para ti y los tuyos pero no para los fabricantes de neveras.