Forbes 79 / Diciembre 2020
La duermevela y el paseo en moto son mis mejores momentos creativos. No recuerdo si fue sobre las dos ruedas o en horizontal cuando hace más de un año me dio por preguntarme dónde habría dado a luz al Forbes que tienes entre manos si hubiese sido mi primera revista. Siete años, como los ciclos bíblicos, anduvimos entre los galeristas de Doctor Fourquet. Y así caímos en un viejo piso en el que había vivido una familia con raíces, con portero servicial y portalón de dos aguas. Tengo al casero arriba, y abajo un laboratorio de “peceerres” que nos atiende al minuto como antiguamente el bareto más cercano subía las comidas y los cubatas a los periodistas del siglo XX.
Una semana antes del cerrojazo vírico nos mudamos y por eso este 2020 será en nuestra memoria un año de nacimiento. Un año fascinante para la comunicación, repleto de retos en un mundo de audiencias en mutación constante, sin periodicidades, contra los algoritmos y los bulos rampantes. Un gran año para los que nos gusta la navegación en aguas bravas.
Visito a menudo la redacción en fin de semana. A deshoras. Me gusta sentir la energía en el caserón vacío. Me acerco a las mesas y escucho si siento la energía del compañero al que me imagino exhausto, a su bola, en su otra vida. ¿Cuál de las dos vidas es la verdadera? Eso lo contaré en otra carta. Tres chimeneas dormidas se tragan los malos rollos y también los buenos que rebotan entre las paredes; y cuando llegas el lunes todo está limpio, fresco, para empezar otra vez. Para escuchar una y otra vez, como llevo escuchando hace quince años, el mantra: “no me da la vida”. Exagerar siempre fue una de las asignaturas de los periodistas. Todos sacan matrícula de honor.
En los baños media vida de recuerdos que, enmarcados –fetiches como la carta que Don Emilio Botín hijo me mandó con su firma cuando edité el primer número de Forbes–, decoran las paredes. Si vienes a la redacción –invitado estás– y te aprieta la vejiga te encontrarás en los baños una especie de Hard Rock Café con recuerdos de la edición. Permítame con modestia escribir que un ratito en los baños de Spainmedia, en el cuarto de Almagro 23, podría ser una clase de primero de periodismo, autografiado.
Imagino el 2021 apasionante, ni tan optimista como me gustaría, ni mucho menos tan pesimista como lo ven los tristones. Será un año impar. Disfrutaré que ando vivo, que los míos están bien, y que podré devanarme los sesos para solucionar problemas, inventar caminos, desbrozar malezas y brindar con usted por seguirnos. Feliz año amigo.