Como me alegro de no haberme deshecho de mi colección. La nostalgia del Compact Disc parece desatada. Y no lo digo yo, lo ha escrito Tom Lamont el domingo pasado en The Guardian, el diario inglés fundado en 1821 y protegido por el Scott Trustque obliga a que cualquier beneficio se tenga que reinvertir para proteger el periodismo. ¿Acabarán los medios españoles usando un sistema parecido? Es probable.
La tesis del artículo se apoya en dos premisas: el creciente aumento de las ventas y la nostalgia de los noventa, década en la que creció el autor. Así que olvídate de usarlos para espantar palomas en tu terraza atados todos a un hilo y plantéate devolverlos al lugar del que nunca debieron ser desterrados: el salón.
Diego A. Manrique, maestro de periodistas y notario del biorritmo musical internacional, ya escribió en El País en 2022 que el regreso del vinilo es una jugarreta de la industria para volver a cobrar por aquel disco que abraza tu corazón pero que ya te habían vendido antes. ¿Cuántos discos repetidos tienes en vinilo y cuantos en cd? Yo, más de una centena, al menos.
«La industria discográfica insiste en imponer un formato que estrenó en 1948 pero con precios del siglo XXI», escribía Manrique, refiriéndose al vinilo. Un caso reciente para talluditos con pasta: Dire Straits acaba de publicar una caja antológica de sus directos, Live 1978-1992, que recopila grabaciones en vivo ya editadas como sus conciertos para la BBC o el grandilocuente Alchemy y lo adorna con algunos temas extras. En su formato CD el precio es de 113 euros, en su versión vinilo, la friolera de 230 euros (en eBay). La diferencia de precio tiene que ver con el valor percibido, en ningún caso con el coste de fabricación. ¿Podrían las tornas cambiar?
El aumento de las ventas de CD despegó en 2021 y continúa en ascenso. Manrique lo califica de anomalía, pero The Guardian constata que la tendencia se ha consolidado. ¿Para quedarse? No estoy seguro. El regreso del CD no cuenta con la prescripción de los «early adopters«, los enteradillos de toda la vida. Y también le falta una herramienta que empujó la resurrección del cloruro de vinilo, el long play es un buen regalo, por su tamaño, por la vistosidad de las portadas o porque funciona como objeto de decoración incluso para los que no tienen reproductor. Hasta la venta de tocadiscos portátiles se ha disparado. Por el momento no me imagino a nadie regalándole a su pareja en un cumpleaños un reproductor de CDs, pero todo podría llegar. Sony consolidó el Discman como antes hizo con el Walkman, y el regreso de Polaroid ha sido un éxito, y es un buen precedente.
La corriente del Golfo que empuja la nostalgia del CD tiene nombre de década: los noventa. Si el vinilo resucitó con el revival de los setenta y parte de los ochenta, la consolidación de los noventa y sus calcetines blancos con mocasines, reforzada con la digitalización de todo lo que se menea, impulsa el regreso de los CDs que hoy puedes conseguir en el Rastro o en Wallapop aún por uno o dos euros. Exactamente lo mismo que le pasó al vinilo en los 2.000 cuando te compraban las colecciones al peso.
Me hace sonreír leer al periodista de The Guardian cuando relata las ventajas de los reproductores de CDs, que si puedes cambiar el orden de la escucha, que si no tienes que levantarte en pleno revolcón, que si puedes repetir una y mil veces la canción que te hace bailar, que si le puedes grabar uno a tu novia como hacías con aquellas casetes románticas, que ocupan poco, que el sonido es mejor…
Lo cierto es que la generación Z nunca vio el disco compacto como un objeto a coleccionar, precioso, deseable… sino como un formato útil y desechable. Así que esa debe ser la estrategia. La resurrección del CD no será la de un objeto de deseo, será práctica o no será.
¿Te acuerdas de aquellas fundas que podían almacenar 50 o 100 CDs y que te llevabas de viaje para pinchar en el coche o en las fiestas de playa, dejando en casa las cajas vacías? No queda mucho para volver a verlas en Urban Outfitters, una de las cadenas que siempre se apunta a adelantar lo que vendrá. La Fnac llega más tarde.
MOJO, la revista de la nostalgia musical por excelencia, continúa regalando un CD cada mes, pero no porque estén a la última sino porque no pueden permitirse regalar un vinilo. Este último número con Stevie Nicks en portada incluye un recopilatorio de 15 de sus composiciones entremezcladas con versiones de Fleetwood Mac. Los que van a incorporar o reincorporar el CD a sus vidas son los hijos de los 90 no los sesentones con pasta que ahora compran vinilos. Ahora bien, en plena crisis inmobiliaria, me pregunto: ¿hay casa capaz de acoger ambos formatos? Lo dudo.
Aconsejo no emborracharse con cantos de sirena. Alrededor del CD todos tuvimos pesadillas: la de las montañas de cajas vacías y discos huérfanos que no encontraban su caja; el desprecio por el plástico cuando llegaron los CDs con funda de cartón; los cuadernillos que una vez que lo sacabas no había forma de volver a meterlos; las cajas en las que apoyabas una copa porque eran de plástico y luego la marca del cubata quedaba siempre allí pegada, costrosa; los semanarios que en plena crisis regalaban discos cada semana a carretillas degradando el formato con un contenido deplorable; las cajas antológicas que prometían mucho pero que luego se venían abajo con dos o tres discos allí tristones.
Y luego estaba la manera de almacenarlos. Yo, que nunca tiré ninguno, los ordeno por alfabético, -separo jazz de clásica, blues y pop, y luego de la A a la Z- pero los había que los guardaban en torres, en cajas apiladas, en horizontal, en vertical o desparramados por el salón. Del coñazo que suponía cuando el centro de la caja se le rompían las pestañas, o de las cajas rotas al caerse nadie parece acordarse en este momento. ¡Qué horror! La extinción del CD fue mucho peor que la del vinilo. No sé si más dolorosa, pero con menos clase.
¿Volverán los fabricantes de automóviles a incluir CDs en sus frontales? ¿Cuánto tardará la tendencia en sentirse en las calles? ¿Cuánto tardarán en La Metralleta en sacar los CDs a los estantes delanteros? ¿Tres años? ¿Cinco? Se admiten apuestas. ¿Recuperará Sony su legendario Discman?
Taylor Swift, o mejor, su representante, aparece tras le recuperación del formato. Algún día alguien desenmascara que no puede atribuírsele a la Swift que el sol nazca cada mañana, pero tiene lógica que el artista que más vende provoque un efecto arrastre.
Dos anécdotas. Mi primer reproductor de CD lo compré gracias a un anuncio en el semanario Segunda Mano. Para los lectores más jóvenes, en la era pre internet si querías comprar o vender algo de segunda mano o ibas al Rastro o comprabas este periódico. Sus editores se hicieron multimillonarios y a muchos nos sirvió para ahorrarnos algo. Cuando llegué a la cita, el reproductor de CD era un pequeño portátil en el que yo quería estrenar mi primer disco compacto, So (1986) de Peter Gabriel, el vendedor era un chico con pelo rizado que resultó ser el guitarrista de la Orquesta Mondragón, y su chica, que se quedó al fondo del salón sin hacerme mucho caso se llamaba Nina y años más tarde se hizo famosa como profesora de Operación Triunfo.
La segunda anécdota es que el título de esta columna no es mío, sino de aquel artículo premonitorio de mi amigo Diego A. Manrique que anunciaba: «Prepárense: pronto leeremos titulares como «La vuelta del CD» o «La resurrección de los discos plateados». Tenías razón Diego, te debo unas cañas en La Ardosa.