La revista Classic Boat, editada por The Chelsea Magazine Company, ha sucumbido a la dylanmanía, una histeria que parecía juvenil, pero que hace años que infecta a los baby boomers que se emocionan ante la gira que nunca para de Robert ‘Dylan’ Zimmerman. ¿Una revista para pijos con ínfulas de navegantes fijándose en el octogenario Dylan? Exacto.
Blowin’ In The Wind. Los barcos construidos por Bob Dylan es el título elegido para la portada de mayo. El director no se ha roto las meninges.
Hasta los que pasan de ir a verle en directo (yo le veré en el Kursaal donostiarra como regalo de cumpleaños) comentan que los que vayamos tendremos que dejar los móviles fuera. Unos piensan «¡qué gusto!» y otros «¡pero quién se cree este tío!».
Dylan (81 años), que acaba de finalizar su gira japonesa con paradas en Osaka, Tokio y la capital de Toyota, Nagoya, fue armador y compró en los años 90 el Bequia. La balandra, también llamada spanish cutter, es un barco fácil de manejar, de madera, sencillo, con un solo mástil y dos velas: la vela mayor y el génova.
El Bequia tiene una eslora de 40 pies (12,2 metros) y amarra en Marina del Rey en los muelles de la Loyola Marymount University (por San Ignacio, claro). Su armador es Alejandro Bugacov, pero el barco tiene una historia larga con Dylan de propietario.
Las navegadas del Bequia se narran en el libro Me, The Boat and a Guy Named Bob, escrito por Chris Bowman. El libro cuenta la historia de un chaval de 20 años que en 1972 zarpa de California para ver mundo y en el Caribe se detiene para construir un barco: un schooner, al que bautiza Water Pearl (la perla de agua) y en el que acaba compartiendo propiedad con Bob Dylan.
Bequia es el nombre de la segunda isla más grande de las Granadinas de una cadena de más de 600 islas pequeñas. El nombre tiene su origen en la lengua de los nativos sudamericanos arawak, en cuyo idioma significa «la isla de las nubes».
Sin mucho oficio, sin haber construido nunca un barco, siguiendo las instrucciones del clásico manual para construcción de barcos de Howard ChapelleBoatbulding and Yatch Design and Planning, a sus 24 años, se puso manos a la obra. Como suele ocurrir en la construcción de barcos de madera, pronto se quedó sin dinero y le propuso a Dylan que invirtiese en el barco.
No se sabe cómo se conocieron, pero Dylan, inesperadamente, aceptó. El contrato comprometía a Bowman a construir en 1978, en un año de plazo y con un presupuesto de 125.000 dólares, la goleta que primero se llamó Water Pearl. Pero a Bowman la tarea se le fue de las manos y se excedió en tiempo y presupuesto. Dylan accedió a invertir un poco más de dinero para acabar el barco, no se sabe si convencido o de mala gana, porque si no arrimaba dólares la goleta no conocería la mar. Se tardó dos años más en construir el barco. Y por fin se pudo botar.
Cuando Dylan no utilizaba la goleta, Bowman, su mujer y su hija lo alquilaban para conseguir dinero y mantenerlo. Aunque la agenda de Dylan era ya caótica, Bowman y Dylan nunca tuvieron problemas para repartirse los días a bordo. En 1988, durante una ruta a Tahití, el barco encalló en unos arrecifes cerca de la entrada del Canal de Panamá y no hubo manera de salvarlo. Bowman y Dylan dejaron de verse. Dylan dejó de navegar.
No está muy claro, pero parece que Bowman y Dylan volvieron a encontrarse en 1990 durante la construcción del Bloodhound, una réplica del Bequia, pero de 98 pies (30 metros). En el libro de registros del armador, en la entrada del 10 de noviembre de 1991, se puede leer: «BD + RG. Out motoring with Desiree». Desiree Gabrielle Dennis-Dylan (31) es una de las hijas de Bob Dylan, lo que podría indicar que Bowman y Dylan volvieron a construir un barco juntos, o que al menos navegaron en familia. Ahí se pierde un poco la historia.
Se sabe que la manager de Dylan en los 90, Carol Snow, contrató a Cliff Davis para ser el capitán del nuevo Bequia rebautizado y reconstruido, y que se ocupó de él durante al menos seis años. Parece que en ese tiempo Dylan no piso jamás el barco.
Tras años de abandono y en dique seco, Ángel López lo encontró semiabandonado, contactó con Dylan, que quería quitarse de en medio y se mostró dispuesto a regalarle su parte del barco. Conocido es el dicho marinero que dice «que el día más feliz de un armador es cuando se compra un barco y el segundo día más dichoso cuando lo vende».
«No quise aceptarlo gratis porque eso da mal fario para un barco. Acordamos 2.500 dólares y me quedé con él» cuenta López. Tras restaurarlo, se lo vendió a Bugacov, un ingeniero de computadoras de la Universidad de Southern California, amigo de López y actual propietario del barco que fue de Bob Dylan.
Dylan continúa navegando frenético en su lucha contra la vejez. Acaba de anunciar la edición el próximo 2 de junio de Shadow Kingdom, la banda sonora del especial de televisión emitido en julio de 2021. Su gira europea Rough and Rowdy Days llegará a España en junio. Sí, sin teléfonos. Es probable que se le vea poco.
Se sabe que, según su estado de ánimo, se parapeta en el piano con un contraluz para que sólo se divise su figura. Se celebran sus 60 años como artista de Columbia. Asombra que ni Dylan ni Bruce Springsteen quisiesen nunca cambiar de discográfica.
Se anuncia también el lanzamiento del volumen 14 de sus grabaciones descartadas, Bootleg Series Volumen 14, con tomas inéditas del año 1974 de las sesiones de Blood on the Tracks.
Pero si el coleccionismo es tu virus, te propongo hacerte con alguno de los 1.250 ejemplares del libro de fotografías de Jerry Schatzberg, excolaborador de las revistas Life y Vogue, firmado por el autor y con Dylan en la portada, por 295 libras. El envío, eso sí, es gratis. Y a surcar los mares.