Abril 105 / Abril 2023
Un editor ni abre el negocio ni lo cierra tampoco. En Spainmedia estamos de guardia como las farmacias. Como un 7 Eleven pero sin Donettes. Si te gusta, es una manera de vivir. Si no te gusta, es raro que sobrevivas.
Amanezco temprano. La radio me acompaña en mis primeros pasos, en busca de un té verde Kusmi. Antes de acostarme, reviso la agenda y salto de libro en libro (siempre varios a la vez). Muchas de mis citas se han organizado hace semanas –incluso meses– y me viene bien refrescarlas. Según con quién me vea visto de traje clásico (british style) o algo más informal.
Antes de salir de casa, ojeo cinco diarios nacionales a los que estoy suscrito en papel. Arranco páginas para leerlas por la noche, fotografío noticias y comienza el aluvión de whatsapps. Todo el equipo se va conectando antes de vernos por primera vez en la mañana. Llego pronto a la oficina. Trabajamos en un lugar céntrico, una de las calles más famosas del mundo de los negocios en Madrid. A menudo soy el primero, me gusta pasear por la redacción vacía, revisar las páginas que publicaremos –expuestas en la pared– y sentir el espíritu de mis compañeros antes de que lleguen.
En el Notas de mi Iphone Pro Max 14 manejo dos listas: ‘Lo Urgente’ y ‘Lo importante’. En la primera, marco instrucciones a compañeros, llamadas que tengo que hacer, titulares y gestiones cotidianas. En la segunda, apunto el rumbo de la editorial (porque es ‘importante’ recordar el punto final de destino). Ambas listas las reviso varias veces al día.
Tengo casi 17.000 notas en el Iphone. La nube es mi ama y señora. Apunto ideas para conferencias, bo- cetos de portada, gente que me gustaría conocer, bosquejos de artículos para El Español o ideas para la tertulia de La Brújula de Onda Cero o para Espejo Público de Antena 3.
Suelo tener ropa en el despacho por si surge una cita inesperada. Siempre alguna corbata a mano (me gusta ponerme corbata ahora que dicen que no hace falta llevarla). En la oficina mantengo mi biblioteca: volúmenes sobre edición, revistas, formatos especiales de papel y mi colección de libros de rock y pop (la cual aumenta cada año).
Mi despacho es como te imaginas, lleno de papeles y post it. Me siento en un sillón que los Eames diseñaron para la recepción de la revista Time Life. Mi mesa de trabajo es el escritorio Compas blanco que Jean Prouve pergeñó en 1953. Nunca me he cansado de ella. La lámpara de mesa es una Tolomeo de Artemide.
No me gusta que las reuniones duren más de 30 minutos. Prefiero las menos posibles, pero que tengan objetivos claros. Mi despacho siempre está abierto. Si almuerzo fuera, aprovecho para conocer los restaurantes nuevos que van abriendo. Intento cenar en casa. O apenas cenar.
Compro más de 50 revistas al mes, que me sirven para saber qué hay de nuevo. Manejo yo mismo mis redes sociales y emito siempre que me parece algo de interés. No cuento mi vida privada en las redes ni me expongo más de los necesario. A menudo pienso cómo redefinir el concepto productividad (de eso trata este número de Forbes). La máxima productividad, en ocasiones, es incompatible con la reflexión, el descanso interior y la vida equilibrada. Para eso, el yoga es mano de santo.
Acabo el día reflexionando sobre lo que he aprendido hoy. Y es frecuente que lo apunte en el Notas del iPhone. Así lo noto más.