Desenfundo el iPhone Pro 14 y abro «Notas». 16.179 post it amarillos virtuales que me guarda la nube conforman mi memoria del qué sé yo. Es mi pequeña Moleskine electrónica. Me ha llamado la atención un chaval en la calle Bárbara de Braganza. Sus tobillos al aire me empujan a tomar apuntes. No pasará de treinta años. Pantalones «cagaos» de pata ancha, canguro de marca y capucha puesta. La vuelta del pantalón a quince centímetros del empeine. Nada de calcetines. Un look perfecto para lucir sus zapatos Paraboot Derby negros, ya con la forma ajada del pie. Nada de sneakers. No me habría fijado en él si calzase zapatillas.
Apunto: «Ahora que los padres se han encaramado en la cultura de las zapatillas, que pagan millonadas por unas Jordan -las Vapormax se venden por 210 euros- o que se calzan las checas Novesta, los chavales recuperan los zapatos clásicos». La tendencia viene de Japón y la consumista Corea y se cuela en el Instagram de occidente con zancadas de gigante.
La subcultura de las zapatillas hace una década que presume de excesos. Las Solid Gold OVO x Air Jordan, bañadas en oro alcanzaron en subasta los dos millones de dólares, de récord también los 560.000 pagados por una Nike Air Jordan 1 originales que se fabricaron para hacer volar los 1.98 cm de Michael Jordan (60) en los Chicago Bulls. Y la lista sigue: 37.500 dólares por las Nike Air Mag de Marty McFly; las OVO X y XII; los solo diez pares de las Carhartt Air Jordan 4 por Eminem (50) por 30.000 dólares. Y así hasta que el día menos pensado el MOMA incluya un par en la misma sala que exhibe el sillón de los Eames.
La cultura de la oficina se ha vuelto rotundamente casual. Empezó por los viernes y por quitarse la corbata y ahora se roza el peligroso «todo vale». Conozco empresarios que han dictado un código de vestimenta para las reuniones virtuales, preocupados por cómo se descompone la cultura formal ante sus clientes. Los sneakers forman parte ya de lo establecido y está bien visto ir a hacer negocios con ellas. Los lanzamientos son diarios y es prácticamente imposible seguir el ritmo sin perderse y los precios se han disparado. Hay miles de coleccionistas. Incluso robos de colecciones. Pero la fiebre por las zapatillas corre el riesgo de hacerse crónica.
Ayer abrió en Madrid Scrapworld, la feria de street style promovida por el creador de contenido Calitos (@bycalitos_official) y sus dos colegas, Miguel Antón (@mikeance) y Juan Villegas. La feria de la cultura urbana y la moda callejera hace tiempo que agotó todas las entradas, ¿por qué? Todos quieren ser los primeros en entrar para acceder a las ediciones limitadas. Y sin embargo amanece en la era post-sneakers, en la que la zapatilla como calzado pop, popular, no morirá, pero habrá de defenderse si quiere mantener su trono contracultural. Si los sneakers son el calzado de la era Facebook, ¡átense los cinturones, que vamos a aterrizar!
¿Qué está pasando? Los zapatos formales no tienen ediciones limitadas y por lo tanto no hay mercado de reventa al alza. Las zapatillas ya no son subcultura, son parte de lo establecido. Los zapatos clásicos, y de entre ellos los modelos y los fabricantes con más pedigrí, son la última expresión de rebelión. Lo que fue subversivo se ha vuelto normal y pocos se acuerdan ya de Emilio Aragón (63), hoy venerable abuelo, en Telecinco vestido de esmoquin con sus Converse blancas.
Algunas pistas si quieres que te vuelvan a mirar los pies: unas Doctor Martens de piel blanda, Clarks y sus Wallabees, y para los más clásicos, siempre Church (propiedad de Prada), los bostonianos Allen Edmonds, unos británicos Trickers Bourton Country Broguenaranjas, un par de mocasines franceses Paraboot, unos Legres de suela de neumático, los norteamericanos Sebago y su modelo Thetford azul (180 euros), o unos Lottusse clásicos mallorquines de su colección Joie de Vivre. La clave es combinar alguno de estos modelos con ropa informal. La tendencia de recuperar el calzado clásico viene de Corea y Japón con cientos de feed de Instagram de hombres y mujeres que mezclan el estilo de la Ivy League con la cultura asiática juvenil.
En esta batidora ya me he cruzado con chavales que molan en chándal de Adidas, chupas Gore Tex y penny loafers de Tod’s. ¿Tendrá Phil Knight(85) identificada la tendencia? ¿Veremos pronto a Nike y a Adidas fabricar zapatos? Creo que sí. Steve Jobs prefería las New Balance. Mark Zuckerberg (38) calza Nike. Jeff Bezos (59 -¿por qué se está destrozando la cara con cirugía estética desde que se ennovió con Lauren Sánchez?- es más de Converse (propiedad de Nike).
¿Yo con quien ando? Ando con mis Paraboot Michaels, que son mis compañeras más fieles cuando no voy descalzo.