Convertido en plácido jubilado, divorciado de Jane, la mujer que le acompañó durante casi toda su vida como editor y con la que tuvo 3 hijos, y casado hace años con Matt Nye, un rubio exmodelo de Calvin Klein (79) y de Ralph Lauren (82), Jann S. Wenner (76), acaba de publicar sus recuerdos para cerrar su vida profesional y prepararse para el olvido. 578 páginas que se cierran con una estrofa de Forever Young de Bob Dylan (81), en las que cuenta lo que le viene bien y deja pasar los ajustes de cuentas.
Retirado del negocio Wenner ha sobrevivido gracias a su gran fortaleza física a décadas cocaína, a un infarto que le empujó al coma y… a la revolución digital. “Vende la revista”, le aconsejo David Geffen en su finca de Beverly Hills cuando Wenner, que aún viaja en su propio avión privado, fue a consultarle al descubridor de Guns N´Roses y propietario de Dreamworks por el futuro del negocio. ¿Debió haber vendido Wenner Media a Hearst y mantenerse dentro? Cualquier respuesta que se te ocurra ignora que si un editor es un bicho raro, un editor millonario es una especie en extinción que se resiste siempre a dejar de mandar.
Wenner, como cuenta en su libro, no tuvo más remedio que ir cediendo al mercado. En mi opinión, se equivocó reduciendo el tamaño icónico de Rolling Stone, “al cambiar el tamaño ahorramos millones en papel”, quizá debía haber bajado tirada y mantenido tamaño o haber diseñado una nueva distribución. Y se recluyó en los cuarteles de invierno dejando al cargo de la revista, ahora mensual, a su hijo Gus, un calco físico del padre, instruido en los negocios digitales. “No me meto en lo que hace Gus. Él es el jefe. Rolling Stone no es mi revista. Ni siquiera la leo”.
Wenner, para los que fuimos educados en la cultura y la contracultura del rock & roll (tuve la oportunidad de traer la licencia de la revista a España y Méjico, y dirigirla sus primeros cinco años), es una leyenda. Contrató a Richard Avedon, “hasta que me cansé de que Dick me quisiese gobernar” y le publicó el monográfico The Family (28 dólares en eBay, no dejes de comprarlo, es un chollazo); y se dio el lujo de publicar los portafolios de Sebastiao Salgado sobre las migraciones hasta con 20 páginas interrumpidas de fotografía. Un criterio editorial imposible ahora en una revista que no sea de moda. Y ni siquiera. Ni los suplementos dominicales, que tiritan ante la falta de ideas, se atreven a eso. Por eso ya no emocionan. La visión de contextualizar la cultura del rock con la política, la fotografía y el periodismo fue la marca de la casa. Tantas veces imitada sin éxito.
Demócrata militante, sus entrevistas probono con Bill Clinton, Al Gore y Obama, engrasaron siempre la causa progresista desde la portada de la revista. El mismo Wenner firmaba las entrevistas y se fotografiaba con sus entrevistados, así que se hizo un habitual de la Casa Blanca cuando ganaban “los suyos”. Sus entrevistas de hasta seis horas se hicieron una marca propia –Rolling Stone Interview– y han sido recopiladas en varios libros que recomiendo para quien esté interesado en la gestión del ritmo en conversaciones largas.
La cubierta diseñada por el tejano Roger Black (74) -autor del imitado logotipo de la revista- está fotografiada por Annie Leibovitz, que publicó la friolera de 142 portadas, dicen que fue amante de Jane y también de Mick Jagger, y a la que el editor “presume de haberle salvado la vida cuando se enganchó a la heroína tras girar con los Stones”. En su retrato de portada, Wenner desafía al lector mirando a cámara con sus ojos azules de editor sabelotodo con el pelo bien teñido, mezcla de canas y grises, con una barba de 2 milímetros y un gesto que parece gritar “sigo vivo”.
Desde que fundó Rolling Stone con 21 años hasta que la vendió hace cuatro, Wenner se ha hecho muy rico, ha dejado a su hijo Gus al cargo de la revista que ahora pertenece a Jay Penske, hijo del multimillonario piloto de carreras que hoy se dedica a alquilar una flota de camiones de transporte. La venta se hizo oficial con una nota en la portada de la sección de negocios del New York Times. Wenner y el Times siempre se llevaron bien.
Lo primero que hizo Penske- “un joven bien parecido pero con un terrible corte de pelo” escribe Wenner con mala leche, fue reducir gastos y despedir al tejano Mark Seliger (63), autor de 188 portadas-. No hizo falta despedir al gran director de arte, Fred Woodward, el maestro del diseño que ya había partido a Conde Nast con un contrato millonario. El descubrimiento de Woodward fue otra de las grandes hazañas de Wenner, su estilo marcó una época en el diseño de revistas hasta que el grunge encontró a David Carson (72) y este se dedicó a descolocar las cajas y romper las reglas tipográficas imperantes.
Los inmensos beneficios de Rolling Stone le ilusionaron con publicar más revistas. Algunas nacieron ya cojas como Family Life, otras no terminaron de cuajar con Outside (el Rolling Stone de los deportes extremos y el montañismo) y pocas le hicieron ganar tanta pasta como US, competencia de People, que exportó a América el periodismo amarillo de la prensa británica. En el libro cuenta que llegó a ganar 50 millones de dólares en su mejor año gracias a la exclusiva de que Brad Pitt y Angelina Jolie estaban juntos. “¿Sabeis quién nos dio el soplo…? Angelina”.
En España el Grupo Z la copió literalmente bajo el título de Cuore con gran éxito, aunque en sus últimos años se le fue la mano editorial y ralló una chabacanería que abochornaba. Financiada primero por Wenner, vendida al 50% a Disney y recomprada por 300 millones US convirtió pronto a People (Time Warner) en una señorona predecible y con sobrepeso. La portada más vendida de la historia de US fue Janet Jackson con este titular: ”Como adelgacé 27 kilos en cuatro meses”. Nuevo periodismo del bueno.
Wenner volvió a intentarlo con Men’s Journal, “los vendedores me convencieron de que con ese título venderían más anuncios”, porque Wenner, que siempre fue muy deportista, creyó en que los deportes extremos para blancos adinerados serían el nuevo nicho publicitario. La revista, que ningún país quiso licenciar, nunca le hizo ganar dinero y terminó por venderla.
Las anécdotas son jugosas. “La pieza más popular de nuestro archivo”, que he tenido la suerte de visitar y aseguro al lector que es mucho más que un Hard Rock Café al uso, “es la carta de Charles Manson pidiéndonos una suscripción vitalicia gratuita para la prisión”.
Pero hay muchas más: “El músico más aplaudido en la redacción fue Jerry Lee Lewis, el día que vino a visitarnos toda la oficina se puso en pie para ovacionarle” (…). Dylan y Jagger cada uno presionando en sus camerinos para que Wenner reconociese que el nombre de la revista se lo “debía”. Y así una retahíla de chascarrillos que siempre dejan al protagonista en lo alto -ya sea del Rock & Roll Hall Of Fame del que fue uno de sus impulsores junto al ejecutivo discográfico Ahmet Ertegun, o de algunos de los éxitos de Tom Wolfe. “Le propuse escribir una novela para publicarla por capítulos” – La Hoguera de las Vanidades (1987)- y un día antes de imprimir un millón de ejemplares (en aquellos años la revista garantizaba a los anunciantes esa difusión) quiso cambiar a un personaje. “Tom, le dije, o me entregas o publicaré las 28 páginas en blanco y en cada una imprimiré “Con la cortesía de Tom Wolfe”. Me entregó al día siguiente”. A Wenner dedicaría Wolfe su siguiente novela “El autor se inclina ante Jann Wenner que acompañó este libro hasta que pudo andar por sí solo (…)”, Todo un hombre (Anagrama).
Su relación con Hunter S. Thompson y con un jovenzuelo Johnny Depp al que el autor de Miedo y Asco en Las Vegas adoptó. De cómo su obsesión por el deporte le llevó a publicar un reportaje sobre la comida basura que titularon Fast Food Nation (Eric Schlosser) y de ahí nació un libro, una película y la conciencia global contra las grasas saturadas y las bebidas gaseosas azucaradas ¿Tuvo algo que ver que Wenner descubrió que era diabético por entonces?
Sus cameos en el cine, -Hollywood quería conectar con aquellas audiencias a las que hablaba la revista- en Urban Cowboy, en Jerry Maguire, Miami Vice y, claro, en Casi Famosos. De su relación con Sean Penn, “cuando le dimos la portada me envió un ejemplar de la revista firmada con la dedicatoria, “de un gilipollas a otro”. De cuando le dijo a John Kennedy que abandonase la idea de hacerse editor, “necesitaba algo por sí mismo”. De cuando salió del armario y Jay Leno, que también fue portada, le mandó un telegrama para garantizarle que no habría bromas sobre eso en su monólogo. De cuando Kurt Cobain -“en la redacción me convencieron que Cobain era el John Lennon de su generación” posó para la primera portada de Nirvana en la revista con una camiseta que ponía “Corporate Magazines Sucks/ Las revistas corporativas apestan”. Tenía que hacerle algún guiño a sus audiencias, ya sabes”.
En el libro, el autor habla con franqueza de su vida personal y con cariño de Jane, cofundadora de la revista, a la que abandonó por Matt y con la que mantiene una familia moderna que Fran Lebowitz (nada que ver con Annie) definió así: “Cuando se separaron, me puse del lado de Jane, pero Jane se puso del lado de Jann”.
En caso de querer investigar más en el oficio de editor de revistas, que no es otra cosa que crear comunidades y la dificultad de mantenerlas, y mantenerse con números negros, recomiendo otros libros sobre Wenner y hacer una media ponderada. Quizá antes de adentrarte en su vida filtrada por las trampas de su memoria puedas zambullirte en Sticky fingers: la vida y la época de Jann Wenner y la revista Rolling Stone (Neo Person) por Joe Hagan (Wenner se planteó que Hagan fuese el “negro” de sus memorias, pero finalmente no se entendieron).