Forbes 34 / Junio 2016
Cuentan los pronosticadores del futuro inmediato que el dinero desaparecerá. Que monedas y billetes quedaran para catálogos de numismática y cajas de galletas de románticos con altillo en casa. No lo pongo en duda, pero imaginarlo me provoca una melancolía feroz.
A mí me educaron a convivir con el dinero, contante y sonante. Mi padre tenía dos monederos, una billetera y una cartera para las monedas ( que también guardaba muy astutamente varias fichas de teléfono). Pertenezco a la generación que iba a por la barra de pan a la esquina -porque el chico ya es mayorcito- y le daban la vuelta en céntimos. Mi madre me enseñó a ser responsable explicándome que debía contar las vueltas sobre el mostrador del colmado de ultramari- nos. Y si estaban mal «has de regresar y explicarle que se confundió».
Aprendí pronto que a mi abuela se le estaban diluyendo las meninges cuando no supo elegir las monedas para mi asignación semanal. Y aprendí pronto también a disimular y decirle a golpe de beso, «está todo bien, muchas gracias».
He visto coleccionar billetes en la Plaza Mayor y me he emocionado recordando el billete de 500 azul con el rostro de Zuloaga. Pasé tardes y tardes de invierno refugiado en casa jugando al Monopoly, comprando y vendiendo hoteles con sus billetes de juguete. He comprado en El Corte Inglés con corticales. He pegado billetes con celo (no había celofán transparente, recuerden) y asustado se los he pasado al frutero. Me han colado billetes falsos, burdas fotocopias, que me han hecho protestar sobre mi falta de atención y pensar cómo darles salida.
He subido las cejas cuando, por casualidad, un taxista me ha dado una moneda de brillo cósmico recién salida de la fábrica de la Casa de Moneda y Timbre. Y como tú, le he pintado al dictador bigote, perilla, gafas y matasuegras en una moneda. Y vi las de Juan Carlos y las de su heredero.
Pagaremos con el teléfono. Será divertido. Pero desde el fondo de mi última neurona romántica tengo la intuición de que el papel moneda no se convertirá en papel mojado.