Presumo de dirigir y editar la única revista de estilo de vida ibérica para la que Steve Jobs merecía una portada. En mayo de 2008 la publicamos, y me supuso un tremendo dolor de… testa. Durante semanas buscamos fotografías con resultados dispares. Dimos con Diana Walker y su fantástico reportaje para Time. También con el gran Albert Watson, que quiso vendernos la foto que hoy ocupa la portada de su autobiografía. “Lo siento. Steve la compró y es suya. No te la puedo vender. Pídesela a ellos”. Ni me había dado tiempo a escribirles cuando Apple España llamó para saber por qué pensábamos darle la portada si aún no habían confirmado qué día sacarían el iPhone. Si tuve alguna duda, en ese momento estuvo claro. Encontramos una maravillosa ilustración de Robert Risko y mandamos a imprimir. Nada más llegar al quiosco, comenzaron las llamadas a mi iPhone importado. Apple deslizó ante Esquire USA la posibilidad de dejar de anunciarse al tiempo que esgrimía sus excelentes relaciones con la revista.
Revisé mis entretelas y me di cuenta de nuestro error: los permisos del ilustrador no estaban por escrito. Tuvimos que buscar otra portada, así que publicamos dos portadas del mismo número y gastamos (muchos) miles de euros en reimprimir. Buscamos otra foto y arrancamos máquinas de nuevo. La segunda, en la que se nos ocurrió tintarle las gafas, ha sido elegida por el SND (Society Newspaper Design) entre las 10 mejores dedicadas a Jobs. Y os aseguro que hay muchas. En estos días de elegías no olvidemos que la política de comunicación de Apple con él vivo rozaba la paranoia.
La última vez que oí hablar de Jobs fue el pasado verano, en boca del gran Frank Bennack, que comenzó su carrera vendiendo anuncios por módulos y hoy recorre el mundo como presidente de Hearst Corporation. “Steve me llamó por teléfono para preguntarme si habíamos quedado satisfechos con el trabajo de Norman Foster”. Bennack se refería a la Torre Hearst, el primer rascacielos verde de la ciudad y el primero construido tras el 11-S. La llamada ocultaba algo que ya sabíamos en Esquire porque un año antes invitamos a desayunar a Elena, su mujer, y nos contó que Foster había diseñado la nueva ciudad de Apple en Cupertino. Totalmente subterránea, con coches eléctricos… la nueva Big Apple.
De eso va este número. De hombres. De lo que fuimos. De lo que somos y lo que queremos ser. Para mí un hombre es, entre otras cosas, el que sabe cuándo tiene que contar lo que sabe. Aunque llegado el momento, no lo cuente todo.
Artículo publicado en Esquire por Andrés Rodríguez