¿Y tú de quién eres?

Salvado por la campana. A punto de ser un perdedor (por no saber qué escribir en esta carta), me enfrento a la contradicción de colocar en nuestra portada a un loser redimido 1.189 semanas y media después de haber besado a Kim Basinger y de haber tocado la cumbre.

Muchos buscan en Facebook (por cierto, ya hemos abierto nuestra página Esquire en la red social de moda) a sus antiguos colegas del instituto para ver qué tal les ha ido en la vida. ¿Ganadores o perdedores? El perdedor es parte del problema, el triunfador es la solución; el que gana, sabe que la adversidad es un buen maestro, el que pierde es la víctima de la fatalidad.

El perdedor cree en la mala suerte, el triunfador en sí mismo; el que pierde promete y luego se justifica, el ganador da su palabra y la cumple. O, como dice Jesse Jackson en este mismo número: “El éxito no necesita explicaciones, el fracaso no admite ninguna”. Y entonces… ¿por qué nos gustan tanto las historias de perdedores? Y a ellas… ¿por qué las enternecen y calientan sus colchones? ¿Y Obama? Nuestro nuevo salvador mundial, el gran ganador, el nuevo Roosevelt…

¿acaso no le queda ahora otra cosa que perder? (se lo hemos preguntado a triunfadores de todo tipo en nuestro ¿Y ahora qué?) ¿Y tú? ¿De quién eres?

Artículo publicado en Esquire por Andrés Rodríguez

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