24 meses después andamos con lo mismo. Casi dos millones de ejemplares de Esquire impresos circulando por ahí y la respuesta se nos escurre todavía como una anguila. ¿Qué es un hombre? ¿John Wayne o Caetano Veloso? Ya tenemos claro que no hay respuestas fijas, pero también hemos aprendido a ir descartando. Quizá os parezca divertido conocer el truquillo que usamos en la redacción para preparar nuestras portadas. Pegamos carteles por las farolas. Fotocopias con el número de teléfono de la revista repetido una y cien veces: “¡Se busca! Ciudadano lo más global posible, respetado por hombres [lo más difícil, todos los candidatos suelen ser rechazados en esta condición], con potencial seductor de lectoras y gran habilidad como aglutinador de anunciantes. Y desde luego, tiene que saber salir bien en una foto”. Ya sabéis que aceptaron el puesto De Niro y su imitador Buenafuente. Javier Bardem y su director Woody Allen. El argelino Zidane y el keniata Obama. Y otros muchos que vendrán (eso esperamos). Pero, ¿y qué pasa con los que respondieron a tiempo al anuncio pero sus candidaturas se han quedado por el camino? Esos que no cumplen las tres condiciones. En los que ni nosotros ni ellas ni los que pagan por anunciarse en Esquire se ponen de acuerdo.
¿Está su hombría en juego? Mejor echa un vistazo. Porque a mí me gusta el lado Esquire de Johnny, el pianista de los Burning, y el color morado del arzobispo Desmond Tutú. La elegancia de Antoine Arnault y las cicatrices de Franck Ribéry. La mala hostia de Joe Pesci y la paciencia del Dalai Lama. Pero a lo mejor al leerlo no estás de acuerdo. Entonces, será que hay algo más. Que es una cuestión de modales. Y de habilidades. Que no se puede ser un hombre si no sabes aparcar en línea. O dar un buen masaje. ¿Sabes coser un botón? ¿Y consolar a una mujer que llora? No importa, nosotros te explicamos cómo.
Artículo publicado en Esquire por Andrés Rodríguez