Como tú, tengo mis reglas. Son propias, pero no exclusivas. Me ordenan la vida, me sostienen ante tempestades y me sirven de código para relacionarme con amigos y vecinos. Ahí van algunos de los mantras que en esta primavera me protegen del caos.
Pago siempre que tengo ocasión porque mi abuelo me enseñó que el que convida, alarga la vida. No quiero que elijas mi champú (gracias Joaquín). Prefiero una buena ducha a un buen baño. La ducha, sobre todo si es muy caliente, se lleva consigo todos mis problemas cotidianos; el baño los deja flotando a mi alrededor durante un rato. Paso siempre detrás de las damas.
No dejo comida en el plato. Bebo siempre menos de lo que debo, y si alguna vez se me escapa el nivel freático no se me nota. Cedo el interior de la acera a las muchachas y si al charco le da por salpicar, desde luego prefiero que me lo haga a mí. Leo el periódico siempre por la última página. Pero Esquire no. Esquire lo leo, como Dios manda, cuando la imprenta me escupe el primer ejemplar. Me leo hasta los anuncios.
Creo que la cocina siempre, siempre, es el mejor sitio para una fiesta. Me embelesa una chimenea. Prefiero sin lugar a dudas el gas a la vitro. Y estoy en guerra mundial contra el microondas, hace años que me parece un invento diabólico. Me gusta servir la mesa, es mi manera de bendecirla. Y tengo la demostración rotunda de que da mucho más gusto cocinar para los demás que simplemente hacerlo para uno mismo.
Tampoco como en el cine. No me descargo pelis, ni música tampoco. No por imperativo legal, sino porque no me ‘pone’ nada. Sigo comprándome discos (sí, vinilos también), aunque ya no sepa ni dónde guardarlos. Para ordenarlos, vuelvo a leer Alta fidelidad, de Nick Hornby.
Editar revistas me parece uno de los oficios más divertidos del mundo. Creo que me inicié en el vicio ya cuando en el cole me encargaban murales con cartulinas de colores, recortando fotos con tijeras de seguridad en aquellos folletos turísticos de Mundicolor.
Un single girando a 45 revoluciones por minuto me parece algo muy, pero que muy sexy. Prefiero hacer bailar que bailar yo, aunque esto depende realmente de lo que esté sonando. En ocasiones no hay mejor carta de amor que una cinta de cassette. Y si es de chromo, mucho mejor.
Mandar una postal es ser muy, muy moderno. África me llama. India me tiene (hace años). Uno de mis grandes placeres es leer The New York Times el domingo por la mañana. Pero también tengo mis secretos. Ahí va uno: las ratas y los insectos-sorpresa pueden convertirme en una dulce damisela.
Como tú, tengo mis reglas. Pero, ahora que no nos escucha nadie, cuando me da la gana me las salto. A la torera, además. Como dijo Groucho Marx: “Señora, aquí tiene mis principios. Si no le gustan, tengo otros”.
Artículo publicado en Esquire por Andrés Rodríguez