El testigo

Tapas 51 / Marzo 2020

Suena el teléfono y reconozco la voz medio chunga que transmite la llamada de WhatsApp. Suena lejos pero está cerca. «Qué bien el premio de este año … Me alegro mucho» (bip, bip … se corta)-cómo me jode cuando la comunicación de WhatsApp se descuelga porque vas por la calle, apartas el aparato de la oreja y te quedas embobado mirando la pantalla como si te hubieses olvidado de con quién hablas- «no podré acompañaros pero dile que ‘Muy bien’, que ‘Muy bien». Se vuelve a marchar el sonido.

Estamos locos.Antes teníamos teléfonos con los que se escuchaba perfectamente, y ahora tenemos cámaras de fotos con ordenador que llaman más y se cortan con frecuencia. Sí, exacto, se corta la frecuencia.

Cuelgo, aunque lo lógico sería decir «se cuelga». Es José Andrés. Desde Washington, a tomar por saco de lejos, aunque yo me sé todas sus andanzas al frente de la World Central Kitchen. Ganó el TAPAS Chef of the Year el año pasado.
Y éste es el año de Martín, para los amigos. Martín se ha comido a Berasategui, se ha zampado su propio apellido.

Decir Martín es decir Martín. Martín es sinónimo de pelea contra sí mismo, de lo quiero todo, de aún puedo hacer más. Decir Martín es escuchar su grito de guerra, Garrote, subiendo el brazo con el puño cerrado, no como La Pasionaria -que la pobre debía comer poco-, sino como el que le mete un golazo entre las piernas al portero contrario en la final del Mundial.

Garrote Martín, te queremos, y te lo escribo de parte de los premiados anteriores: de Paco Morales, de Daniel Humm y de José Andrés, aunque si te llama, fijo que se cuelga.


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