Creo que tengo los pies en el suelo. Con dificultad, eso sí, porque no son pocas las vanidades del empresario, del editor, del periodista. Adoro ir descalzo. Tanto como un buen gazpacho. Iría a trabajar descalzo si no fuese porque en la redacción pensarían que se me ha quedado colgado el ‘sistema operativo’. Sin zapatos ni calcetines, siento que soy más animal, que estoy más conectado con la Madre Tierra. No hay día que odie más que esas mañanas de septiembre en las que necesito calzarme, tras hacer el Mowgli todo el verano por playas y acantilados. Descalzo nací, descalzo soy feliz, pero sé que muy probablemente moriré calzado. Como tú. Curioso tránsito para un plantígrado.
Quién fuera osezno o elefante, o uno de esos chiquillos que juegan desnudos al borde del mar, como los pintó Zuloaga.
Carta publicada en L’Officiel Homme por Andrés Rodríguez