Retrato con tirantes

Viernes a la hora del chocolate con churros. Pedro J. conversa en la penumbra del hotel Miguel Ángel. La cita era ayer a la misma hora. Hoy, el periodista más famoso del país, para algunos un tahúr, para otros el único que no se ha casado aún con nadie, no falla. Sus calcetines color caja de Tiffany & Co. me cuentan que la coquetería es una ciencia que maneja a su manera. Sin la más mínima intención de esconder la voz, entrevista un veterano colega. Reclutando reclutas del periodismo, una vez más. A sus 62 tacos. Por tercera vez. Pedro J. 3.0.

No sé si te gusta Pedro J. Es probable que su excesiva proyección mediática, los líos con su piscina, su terquedad con la mano de ETA tras los atentados de Madrid, o qué sé yo, te hayan puesto en contra. O quizá seas de los que piensen que sin él, los GAL serían sólo el final de un tipo de lavanda inglesa o una unidad de aceleración del Sistema Cegesimal.

Pongámonos de acuerdo. Joder con Pedro J. J con Pedro J. Es jodido tenerle de enemigo. Es incombustible. ¿Te hubieras levantado al día siguiente si te graban desde un armario, en tu intimidad? Le espoleo con la portada que Hugh Hefner hizo para Esquire para “descojonarse” del vulgarote Hustler de Larry Flynt. “Si encuentras la portada de Diario 16 en la que me nombraron director hace 34 años, lo hacemos”. Así que movilizo la hemeroteca y le doy la vuelta a eBay varias veces.

Pedro J. no deja indiferente a nadie porque es un lobo solitario. Pedro J. es también un vendedor. Podría venderte, si quisiera, un periódico con noticias de ayer. Pero lo fascinante es que no quiere. Quiere seguir haciendo diarios. Y eso, con una prensa casi en quiebra, nos viene muy bien para hacerle  el boca a boca a esta democracia enclenque y a este oficio en reconversión industrial donde los editores o se han ido a criar malvas o están a por uvas.

Pedro J., como Nacho Escolar y sus compinches de eldiario.es o como un humilde servidor, militamos en el autoempleo, mirando al cielo a ver si graniza y nos jode la cosecha. Y como la portada de Esquire se la endoso a aquel “pendejo” con el que nos gustaría pegarnos un cenorrio con el reloj parado y el móvil en modo avión, Ramírez se ha ganado la primera cover de un 2015 que, tiene pinta, puede ser su año.

Periodismo y fama. Agua y aceite. Mayonesa y ketchup (salsa rosa). ¿Venderá Pedro J. más ejemplares de Esquire?

Artículo publicado en Esquire por Andrés Rodríguez

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