Cualquiera que se haya divorciado sabe que la guerra fría fue un juego de nifios comparada con los días en los que uno se va de casa con su hatillo para no volver. Lo mismo le pasó a Einstein, que dicen era un tipo listo, pero en cuestión de amores pudo pasar más bien por listillo.
En 1914 el matrimonio del fisico alemán con Mileva Maric hacía aguas. Una vez asumido el final, con dos hijos a su cargo, Einstein tiró de mente científica y le propuso a su esposa convivir para proteger a los chicos. En el apartado de garantías, el hombre con la sacada de lengua más famosa del mundo exigía que su ropa estuviese siempre limpia, recibir diariamente tres comidas en su cuarto y que éste y su estudio fuesen de uso exclusivo.
En el capítulo de relaciones sentimentales propuso verse liberado de la obligación de permanecer en casa con ella y viajar a su lado. Exigió romper su compromiso sexual, textualmente de su pufio y letra: «no esperarás ninguna intimidad por mi parte», «dejaras de hablar conmigo si te lo pido», y «saldrás de inmediato de mi dormitorio, sin reproche, si te lo pido también». Por último, Einstein reclamó el compromiso a «no menospreciarme delante de nuestros hijos». Para alucinación de quien me lee Mileva aceptó. Pero mandó todo a la mierda a los pocos meses y se divorció finalmente en 1919. Ya saben el viejo chiste: ¿quién es la mujer con mejor fisico del mundo? Y ahí va la broma … la de Albert Einstein. Más exacto seria decir la ex mujer de Einstein.
Carta publicada en L’Officiel por Andrés Rodríguez