En el número anterior, en el centenario, escribí algunas cosas sobre Esquire que nunca había contado. En aquella carta me dejé en el tintero la prueba del nueve para salir en la portada de esta revista. Antes de decir si aquella persona o este personaje merecen la portada, me someto de manera íntima a esta pregunta: ¿Aplazaría una cena personal ante la oportunidad de una cena inesperada con el personaje de portada? Si creo que el protagonista merece tal concesión, le dejo pasar la criba definitiva.
Ante el truco del almendruco cabe preguntarse:
¿Cancelaría la cita personal para cenar con Wagner Moura o se trata de una cena imaginaria con Pablo Escobar? ¿Es Wagner Moura quien ocupa la portada de Esquire este mes o es la leyenda de Pablo Escobar la que me empujó a darle la portada del número 101 de la revista? ¿Con cuál de los dos me habría ido a cenar? La respuesta es: con los dos. Y a ser posible –que no lo es– juntos.
Llevo días reflexionando sobre cómo le he cogido cariño, mucho cariño, al Pablo Escobar barrigón interpretado por Moura. Y cómo desprecio profundamente al asesino que aterrorizó Colombia ante el boom del narcotráfico. Qué capacidad tiene el cine para hacernos enamorar de bribones, falsificadores, narcotraficantes y gentes de mal vivir. No se sorprendan. ¿Acaso no recuerdan haber vivido un sentimiento parecido ante las fechorías de Brando y su familia en El Padrino?
Una última reflexión sobre el narcopopulismo. Escobar perdió el control de su negocio ilegal cuando el pueblo dejó de considerarle un benefactor. Con toda lógica, la situación era insostenible. El cine, como bien se encarga de recordarnos su hijo durante las frecuentes entrevistas que concede, ha edulcorado la historia. Por eso he teñido la portada de rojo. Y por eso escribo esta carta aclaratoria. No dudaría en irme a cenar con él, pero no es para nosotros un héroe, sino un asesino.
Este mismo mes, además de Esquire he mandado a la imprenta el número de noviembre de Forbes, que incluye la lista de los hombres y mujeres más ricos de España.
Dinero, poder y glamour en tu quiosco más cercano. Les recomiendo una lectura tranquila.
Mucha plata, nada de plomo y, por supuesto, revistas. Buenas revistas.
Artículo publicado en Esquire por Andrés Rodríguez