Luego que el lector perdone el sexismo del titular porque estas recomendaciones, que he tenido la oportunidad de vivir en primera persona en la última semana, son tanto para él, como para ella, como para él con él, ella con ella o todas las posibilidades que cupido quiera conjugar. Planes gastroculturales para todos. Pero garantizo desde aquí que el que pueda escaparse a uno de estos planes volverá con el corazón más fuerte y el estómago feliz.
Milan. William Klein. Palazzo dalla Ragione
Klein expuso por primera vez en Milán en 1952 en el Piccolo Teatro, pero la muestra que hoy recomiendo tiene su origen en 1954 cuando el norteamericano le compró a Cartier-Bresson una cámara Leica de segunda mano y dos lentes para ganarse la vida retratando soldados y sus novias. “Regresé a Nueva York y pensé fotografiar la ciudad como un antropólogo estudia a los Zulus…”. En el 56 Federico Fellini descubre su libro New York y le ofrece un trabajo como asistente para su película Noches de Calabria, una vez en Roma el filme se pospone y Klein decide hacer otro libro sobre la ciudad. Los textos los escribe Pier Paolo Pasolini, entre otros. Es el comienzo del William Klein trotamundos, su incursión definitiva como fotógrafo de moda vendría después.
La muestra de Klein es un viaje alrededor del mundo a través de su mirada. Queda garantizada la exaltación de las emociones del visitante que querrá desesperadamente haber estado allí, acompañándole para llevarle los carretes de película o haberle conocido como yo tuve la ocasión una mañana en su casa de Paris, rodeado de gatos, cargado con toda su bibliografía que aún hoy conservo dedicada.
Y después Brunch en Giacomo
Tras la expo, recomiendo descomprimir con un vistazo exterior a la inmensa belleza del Duomo, jugar a ver cuánto mide la Madoninna (4,16 metros) y a comer. El brunch del domingo es probablemente el mejor momento para visitar Giacomo. La pescatería tan de moda en la ciudad, tiene dos propuestas, una de pescado, más formal, extraordinaria en su materia prima y el punto de su cocina, y otra más ligera para dejarse ver y admirar las mil y una maneras que tiene un milanés de usar el color negro, y sentirse bien alimentado tras haber comprado algo de la colección prefall de Prada que ya está a la venta en la tienda de Montenapoleone.
Seydou Keitia. Paris. Grand Palais.
Date prisa. Pídele matrimonio. O simplemente renueva tus votos. París merece que provoques una señal. Pero eso sí, date prisa. Las imágenes africanas de Seydou Keitia (no confundir con el futbolista) estremecen. Grandes y pequeños formatos para documentar la vida en el Bamako feliz de los sesenta.
La más famosa la del muchacho con las gafas de pasta, que ha copiado Tom Ford, para devolvernos la fe en que el cloruro de vinilo negro en forma de gafa de pasta nos rejuvenece y nos hace más interesantes.
Keitia murió en París en noviembre del 2001 y tiene con la ciudad una conexión especial, es delicioso pararse a ver su buen humor en los vídeos de la expo y sentirse emocionado por la elegancia de sus modelos callejeros.
Consejo. El Grand Palais está de obras, y aún sigue asustado por la ola de atentados. No te dejarán entrar si llevas equipaje. Ni un pequeño trolley. Abre hasta las diez de la noche, que está muy bien. La tienda de recuerdos (las camisetas con sus fotos son de Agnes B) no se limita a postales, o al catálogo, la selección discográfica de músicos como Amadou y Mariam, Toumani Diabate o Fatou es excelente.
Y después ir a cenar a Les Fines Gueules
Si la noche acompaña, una de las mesas de la pequeña acera son excelentes para degustar un tartar con pequeñas patatas cocinas y media frasca de vino blanco sin filtrar de la región. Uber te sacara de allí y te sentirás el amo de la ciudad con tus postales de Keitia como recuerdo.