Cierro los ojos. He venido a limpiarme el cutis de polución y disgustos. Cierro los ojos y me marcho a sobrevolar el Okavango. Me siento frente al Taj Mahal, saco un cuaderno y lo dibujo con carboncillo. Nado frente a las arenas de La Manga del Mar Menor cuando solo había lirios y ni un gramo de cemento. Subo al Empire State para ver al rey Kong espantar a los aviones. Cuando bajo, Maria Callas me regala dos entradas para verla actuar en el Carnegie Hall.
Cambio de postura y salgo a navegar por el Hudson. Frente a Battery Park asoma la proa del Queen Mary en su primera travesía. Me meto de polizón y regreso a Europa. Duermo la siesta durante todo el trayecto y cuando despierto sin que se me canse la vista me he leído el Ulises de un tirón. De una zancada me planto en los Picos de Europa. La ruta del Cares me parece el Amazonas. Meto los pies en el río. Me despierto.
Abro los ojos. Me miro en el espejo, la piel brilla, y no sé si soy yo. Pero claro que soy. Soy yo y me siento más ligero.
Carta publicada en L’Officiel Homme por Andrés Rodríguez