¿Me dejas ´pelas´?

¡Coño, qué pregunta! El cuerpo se estremece, el hipotálamo suda y la cartera tiembla. Nadie dijo que iba a ser fácil. Menos mal que en este caso no me ha tocado a mí, sino a nuestro admirado Tom Chiarella y su reportaje de portada, una historia hilarante que mezcla sexo (animal) y ludopatía. En vez de entrevistar a la celebrity de turno bajo el hermético paraguas promocional de su publicista, el bueno de Chiarella se fue al banco, sacó 1.000 euros de su cuenta personal y se los dio a Clive Owen para que se los fundiera apostando en las carreras. Eso sí que es nuevo periodismo. Una historia a galope con un comienzo rotundo (cuidado, quizá pueda dañar tu sensibilidad animal).

Bueno, espero que no, yo soy de los que cree que el escándalo siempre está en los ojos del escandalizado. Hay gente para los que palabra normal significa otra cosa muy distinta. Uno de mis favoritos es el matemático Marc Abrahams, creador de los Premios Nobel de la Risa: los IG Nobel (su pronunciación refiere a lo “innoble” de los galardones). La coña está en premiar desde la revista Annals of Improbable Research (AIR) los trabajos de investigación más cachondos de la tierra. El ganador de este año ha sido el autor de “Los efectos médicos secundarios de tragarse espadas”. La tesis fue defendida ante un tribunal de Chicago con la ayuda de un tragasables que se ofreció voluntario. El año pasado, el IG de medicina fue para un indiscutible trabajo: “Los falsos medicamentos caros son más efectivos que los falsos medicamentos baratos”. No es broma. En sus 18 años  de historia han premiado trabajos de lo más variado (“El efecto de la música country en el suicidio” o “Por qué la Viagra ayuda a los hámsters a recuperarse del jet lag”). Podéis presentaros en improbable.com. Eso sí, cada año se reciben más de 5.000 propuestas. No basta con invocar al dios de los muelles flojos ni abrir la espita del gas de la risa, las

propuestas hay que defenderlas. Queridos redactores, apunten, no basta con dejarle 1.000 euros al entrevistador, luego hay que defender la historia.

Artículo publicado en Esquire por Andrés Rodríguez

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