Manuela Carmena, crónica de una alcaldesa en la sobremesa

Man On The Moon, revista que edito y dirijo –si aún no has tenido oportunidad de acariciarla, te lo recomiendo–, entregó esta semana su primer premio ‘Person Of The Year’ (nombre ‘copiado’ del galardón que entrega TIME, propiedad de Marc Benioff, dueño de Salesforce). ¿A quién? A Manuela Carmena. ¿Por qué? Por su capacidad para gestionar la ciudad, libre de las ataduras a las que nos tiene acostumbradas la política. Por su manera distinta de mirar e ilusionar. Por su capacidad de reconectarnos con este Madrid de todos y de nadie a la vez.

Imaginé Man On The Moon preguntándome (vino con vino) junto a Toni Segarra –el Club de Creativos le entregará su Premio de Honor este año– cómo hacer una nueva revista política. “Ya no hay países. Hay ciudades. Más allá de la ciudad el compromiso político se diluye”… Y lo vi claro. Somos de Ámsterdam, pero Holanda no nos conmueve. Somos de Nueva York, pero Houston nos coge un poco lejos. Por eso la primera premiada ha sido Manuela Carmena. 

Lo primero que hice fue convencer a Luis Cueto, mano derecha de la alcaldesa. Era una tarde otoñal, ya casi entrada la noche, en su despacho de la céntrica Casa de Correos. Me preocupaba la cercanía de las elecciones municipales y que el premio quizás llegara a entenderse como un acto de precampaña. A él también. 

Lo segundo fue convencer a Alberto García-Alix, que normalmente ya no acepta encargos, pero con quien este verano en Ibiza tuve la oportunidad de hablar largo y tendido de nuestra visión editorial. Insisto: lo que está haciendo su compañera, la suiza Frédérique Bangerter, al frente de la editorial Cabeza de Chorlito es extraordinario. 

Lo tercero, montar una mesa imperial en el Club Matador, que ayer precisamente cumplía cinco años y que se ha convertido, desde que lo fundamos, en ejemplo de cómo la sociedad civil es capaz de revitalizar la ciudad con solo proponérselo. Cuarenta comensales, como los ‘40 Principales’, para escuchar a Manuela sin límite de tiempo. Y, ya al micrófono, le dio por rodar en busca de las preguntas y el anecdotario. 

“Me han dicho que eres un fotógrafo muy bueno”, nos contó García-Alix que le dijo –como siempre, el más elegante, vestido con una camiseta de rayas negras–. “Pero yo no quiero un fotógrafo bueno, quiero uno que me saque guapa”… Risas de todos, de la alcaldesa también. “Manuela, lo importante no es salir guapa, lo importante es salir”, le contestó Alix con su afonía crónica de vividor bohemio.

“Ayudadme, ayudadme a mejorar la ciudad”, inquirió la alcaldesa. Rosa Montero reivindicó con fuerza la oportunidad que tiene Madrid de ser la primera ciudad animalista del mundo, de marcar pauta internacional en algo que está al caer. “¿Y los toros?”, preguntó uno de los comensales en un club al que pertenezco y que tiene su peña taurina propia, la Peña Antoñete. Rápida, Rosa Montero contestó: “Los toros serían una segunda fase, no por ahora”. Y así se calmaron los ánimos sobre un tema en el que la alcaldesa ni entró.

Oscar Mariné, Premio Nacional de Diseño y creador del eslogan “Madrid me mata” –infrautilizado, desde luego–, recordó los años de la movida. A muchos nos asaltó un curioso pensamiento: en tiempos de corrección política extrema, como los que vivimos, el uso de aquel magnífico eslogan caería en desgracia ante cualquier suceso violento; aun siendo Madrid una de las ciudades más seguras del mundo. 

Pedro J. Ramírez, sentado frente a Manuela, la preguntó: “¿Cuando dejaron de llamarte Manola para llamarte Manuela?”. “Fue mi marido, que viene de familia bien del Barrio de Salamanca. Todos me llamaban Manola, mi familia, mis hermanas, mis amigas… Pero a él se le ocurrió que Manola no daba el nivel y que Manuela era más chic… Y, oye, lo consiguió”. Nos contó la alcaldesa con los ojillos encendidos.

Pedro Piqueras le confesó a viva voz que, cuando llegó de León, Madrid lo acogió, como siempre lo hace, con los brazos abiertos. Y le pidió a Carmena que pusiera en valor esa capacidad de acogida que precisamente es una de las grandes virtudes de la ciudad. 

Miguel Ángel Aguilar, que anda sin móvil por el mundo, usó su turno de palabra para llamar la atención sobre lo mal que trata la ciudad a la prensa. Me uno con firmeza a su queja. Es raro que en una ciudad de 3,2 millones de habitantes no exista un diario dedicado a informar sobre ese maravilloso Madrid aglutinador.

Alejo, del grupo Tequila, madrileño como el que más, y del River, no preguntó nada a Carmena. Solo le dio las gracias por devolverle a la ciudad la ilusión y se retrató con ella para su Instagram

Miguel Vizcaíno, director creativo de la agencia Sra. Rushmore con sede en la Gran Vía –a la que acude diariamente en su coche eléctrico– y agitador sensato con su campaña “Parlem”, confesó que había ido él a la comida pero que a toda la agencia le hubiese gustado. Que allí todos eran muy fans. Carmena le dio las gracias por aquella campaña de diálogo y pidió muchas más iniciativas como esa.

Carlos Galán ‘protestó’: cuando le ha planteado al Ayuntamiento sus ideas para celebrar el 30 aniversario de Subterfuge, Matador y Centro Centro ya estaban llenos. Y Manuela, muy hábil, se ofreció para dar su móvil y desatascar lo que se atasca. En ocasiones, las instituciones se atascan y un alcalde no sabe bien dónde. Ignoro, por otro lado, si está en su mano deshollinar la burocracia. “Luis, me regaña porque dice que le doy mi móvil a todo el mundo”.

Benjamín Prado llegó el último. No por impuntual sino por un vuelo. Y lo hizo con esa sonrisa de poeta que a todos nos dan ganas de abrazarlo. Se sentó entre Alejo y Varona para rendir tributo a Carmena, a la iniciativa de los versos en el asfalto. “Ojalá la ciudad se llene de ideas como esta. A mí me preguntaron dónde quería poner mis frases y yo elegí: una delante de la casa de Joaquín Sabina y la otra frente a la de Luis García Montero… Para joderles”. 

Pancho Varona recibió, como cada día y como a cada paso, peticiones para que venga Joaquín… ¿Cómo está Joaquín? ¿A qué hora se levanta Joaquín? ¿Qué bebe Joaquín? Varona, barbado,  es el mejor embajador de Sabina. Tampoco preguntó. Le dio las gracias a Manuela por su humanidad y porque en la Gran Via haya árboles. No son muchos. Pero, al menos, son árboles.

Fernando Berlín, periodista (ahora aficionado a la fotografía en blanco y negro) y cafetero de ‘La Cafetera’ –Manuela debía haber escuchado el podcast porque note un brinco, pero no le ponía cara–, fue el más político: “Quería preguntarle por la tensión de la listas”. Manuela nos pidió un “off the record”. Y no lo traiciono cuando escribo que le quitó importancia y lo señaló como un caso aislado y a aislar.

La abogada Cruz Sánchez de Lara, rapidísima, le encontró a Manuela un libro de su infancia… “Siempre me acuerdo de un libro que se llamaba Doña Redonda, era de una señora gorda que se rompía y salían más gordas. No he vuelto a encontrarlo”. Cruz, sagaz, dio con el libro y se lo dijo a la alcaldesa, quien la miró con unos ojillos de “te voy a comer a besos”. 

Comensales también fueron Pepa Fernández, de Radio Nacional, a la que escucho desde hace años, Lucía Casani, Jesús Duva, uno de los periodistas que más sabe de sucesos de España (hoy en el Ayuntamiento), Arsenio Escolar, ahora editor con su revista de libros, Carmen Afán, de Varma, Phillipe Huertas, de Breguet, Cristina Ónega, directora del Canal 24 horas... Y hasta Simón Casas, presidente de Las Ventas, al que no le dio tiempo a preguntar porque perdía un avión pero que no quiso perderse el evento. Alberto Anaut le explicó los sueños del Club Matador y la alcaldesa quiso inscribirse, pero le dijimos que no, que no aceptamos políticos en activo. Entonces, y así se las gasta, nos pidió que montáramos un club en Villaverde, a lo que Anaut, buen diplomático, le dijo que contase con nosotros, pero que no estaba seguro de que fuésemos las personas adecuadas.

¿Qué salió mal? A la alcaldesa no la dejamos comer. La freímos a preguntas. Le dimos cariño a raudales y depositamos en ella no solo el premio de la revista MAN ON THE MOON, sino nuestras esperanzas en que las ataduras si nos atan no sean tan duras.

Artículo publicado en El Español por Andrés Rodríguez

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